Archivo por meses: abril 2021

LA FERIA DE AS PONTES

Damos un paso no tempo e nos trasladamos ao ano 2002 para ver o derradeiro artigo de D. Enrique publicado na revista das Festas Patronais. Logo comezaría a enfermidade a ser máis forte e deixaría de publicar xa estes artigos.

Neste caso, fálanos da feira de As Pontes e danos datos históricos dela, así como nos di onde estaba situada.

Nos últimos anos as feiras nas Pontes foron indo a menos, lembro que de neno duraban todo o día e os rapaces non tiñamos clase o día da feira, de que había xente que ficaba a durmir nas Pontes e que viña moitísima xente dos lugares próximos e non tan próximos e, asemade, doutros concellos, coma de Vilalba, Xermade, Muras, Mañón, Cedeira, Moeche, Igrexafeita, Pontedeume… Moitos deles viñan a pé ou acabalo, cargados coas mercadorías para vender ou trocar, porque iso tamén o lembro, como non había cartos trocábase unhas cousas por outras. Miñas avoas traían pelicas de manteiga e ovos e levaban coellos e galiñas, por exemplo. Non sempre era así, ás veces, levaban outras cousas que lles eran precisas, é un exemplo.

O que quero dicir, é que as feiras foron cambiando e evolucionando ao longo dos anos, trocaron varias veces de lugar e, hoxe, coa pandemia xa so queda un pequeno asomo do que foron. É algo que esmorece e que había que recuperar, pois dábanlle vida ao pobo.

LA FERIA DE AS PONTES

Por D. Enrique Rivera Rouco

Cronista de la villa.

La feria de As Pontes vino siendo desde el siglo XIII hasta hace unas décadas un insigne mercado donde se reunían compradores y vendedores de diversas mercancías, diversos objetos, comestibles, ganados, prendas de uso personal, etc.

Se celebraban los días 1 y 15 de cada mes. Antiguamente los feriantes llegaban al víspera a As Pontes y se marchaban al día siguiente convirtiéndose así en tres días cada jornada. En fechas más recientes duraba todo el día hasta la puesta del sol.

Las vacas, bueyes y terneros en compra-venta se situaban en el extremo oeste del “campo da feira” (actualmente parque municipal), sobre los solares del actual juzgado (casa de D. Pedro), cámara agraria, mercado municipal y un trozo del campo.

El ganado ovino y caprino, con sus lanas y pieles se encontraba en la calle Curros Enríquez, donde también se traficaban zuecos, zuecas, cribas, herramientas de labranza, objetos de artesanía, de fundición metálica, plantas vegetales de diversas especies; y, en la prolongación de la calle Alexandre Bóveda calzados de todas las clases, tómbolas, cómicos, etc. y no faltaban carteristas, procedentes en su mayor parte de Lugo.

La Plaza de América (hoy plaza roja) y la Avda. de A Coruña estaban invadidas por huevos, carnes, conejos, etc. y en la calle de la Iglesia, Plaza Real y Plaza de la Iglesia las semillas y cosechas de trigo, centeno, avena, patatas, col, nabo etc.. Este sector de la feria era denominado “azougo”.

Los cerdos eran expuestos en el extremo Sudoeste de dicho campo frente a la desembocadura de la Avda. de Vilalba, los caballos en el resto del campo hasta la actual “grupo de casas baratas Calvo Sotelo” llenándose de este modo todo el campo de la feria.

Las ferias proporcionaban un día de expansión y regocijo, siendo, junto con las fiestas patronales y del barrio la única diversión para las aldeas de la comarca, ocasión de reunirse y hablar con parientes y amigos.

Era asimismo para los paisanos el día indicado para arreglar los asuntos importantes de la vida campesina, ya que al haber medios de locomoción, venían al notario, al médico y en general para llevar provisiones a casa hasta la feria siguiente.

Venían autocares por las aldeas, desde las ciudades de Ferrol, Coruña, Lugo, Ortigueira, Vilalba, Betanzos, etc. Acudían varias atracciones, jugadores de naipes, pulpeiras y otros alimentos ya preparados que animaban el día. La fundación de esta feria se remonta al reinado de Alfonso X el Sabio cuyo mandato duró de 1252 a 1284.

Este monarca ha dado un importante impulso a la cultura y al economía, entre otras cosas instaurando y erigiendo las ferias para lo que se arrogó el derecho exclusivo para establecerlas y entre otras declaró a As Pontes como “pueblo comercial” y le asignó la feria del primero de cada mes, ampliándose después con el día 15.

Así consta en el antiguo tratado “Novísima recopilación”, que conserva el archivo de Liria (de los Alba, en Madrid) en el libro IX, leyes 1ª y 2ª. Fue feria notoria y ponderada ya desde sus comienzos, como refleja del relato de su suspensión y reanudación en el s. XVIII.

Narra un legajo que se conserva en el Archivo Municipal de Ferrol que “en el año 1775 el intendente mayor dela provincia de Betanzos (a la que pertenecía As Pontes) dio orden de suspensión de las ferias de As Pontes, con motivo de la denuncia presentada al efecto por el Sr. Administrador de Rentas provinciales del Partido alegando que As Pontes tenía impagados los impuestos correspondientes a dicha feria desde hacía algún tiempo “…”, la interrupción de este “mercado franco” en los primeros días de cada mes (el 1º) que venía ejecutándose desde tiempo inmemorial con ingente número de transacciones causó un daño muy grave a la villa y a la comarca cuyo único medio de abastecerse de las cosas necesarias y de vender sus frutos era la feria… ”Las autoridades de Puentes y la comarca (Alcalde mayor y mayordomos de las Parroquias interpusieron apelación en la <<sala de justicia del Consejo de Hacienda>> y por la gracia expresa del Rey Carlos III, con fecha 27 de Junio de 1788, pudieron reanudarse las ferias hasta nuestros días… continúa siendo en apogeo una de las mejores ferias de Galicia…”

En la actualidad y debido a la industrialización del pueblo y comarca sufren gran decadencia, quedando reducidas a la mínima expresión; tiendas de artículos de vestir, comestibles, pulperías y otros enseres.

La ganadería fue relegada a un pabellón habilitado en el poblado de A Fraga, con disgusto de los comerciantes del pueblo, pero habiéndolo ordenado así el Ministerio de Sanidad.

Allí son también expuestos y liquidados tractores y maquinaria agrícola. Las ferias perdieron razón de ser al haber pistas y medios de transporte a las aldeas, reparto a domicilio, etc. Total que nos tocó vivir la agonía de la agricultura en esta zona.

Enrique Rivera Rouco

(Fiesta patronal de 2002)

Texto e imaxe aportados por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes

OBRADOIRO DE ALFABETIZACIÓN E COSTURA

O mercores 21, clausuramos por este curso os obradoiros de promoción da muller migrante en Cáritas UPA As Pontes. As 9 mulleres que participaron en alfabetización, habilidades básicas e costura, puxeron esforzo e interese durante todos estes meses, a pesares da situación difícil que estamos a vivir.

Agradecemos tamén o acompañamento das voluntarias que co seu compromiso fixeron posible este importante recurso para as mulleres, que buscar ser un espacio para o diálogo, a aprendizaxe, a integración e o encontro entre persoas.


As alumnas recibiron diploma acredidativo da súa participación e aproveitamento, e un vale de compra a canxear no comercio local a modo de recoñecemento do seu traballo.

¿PASTOR O DEPREDADOR?

La historia de Shayma me ha inquietado no poco. A sus dieciocho, tenía toda una vida por delante. Había completado sus estudios secundarios en un programa ampliado. Era un modelo de alumna. Había conseguido la beca de la comisión escolar en favor del compromiso social y la constancia en los estudios. Además, destacaba en el deporte. Hasta que una tarde, que supuestamente iba a pasar con sus amigos, abandonó el hogar paterno para no volver jamás a él: emprendió viaje a Siria como yihadista.

Sus padres no entendieron nada. Olvidaban el papel de Adil, el imán controvertido que había abierto una escuela dominical para jóvenes. Shayma la frecuentaba. Años atrás, este hombre había copado titulares en la prensa como presunto agente oculto de Al Quaeda, según los servicios secretos que le venían investigando. Sea de ello lo que fuere, está claro que supo sembrar, en el corazón sensible e idealista de Shayma, una inquietud que le acabaría conduciendo hacia las filas del Estado islamista sirio. A ella, sí, preocupada desde siempre por la suerte de los palestinos y  contraria a las actitudes islamófobas ¿Fue Adil un buen pastor o un depredador?

Ésta es la cuestión que plantea el evangelio del Buen Pastor. El evangelio de Juan sostiene, en efecto, que Jesús es el buen pastor ¿Cuál es el criterio que permite distinguirlo del malo? Está dispuesto a entregar su propia vida por aquellos de los que cuida. Detengámonos ahora un momento a considerar este criterio y preguntémonos: ¿por quiénes y por qué estamos dispuestos a entregar nuestra propia vida? Sin llegar, tal vez, al extremo de la muerte física, ¿por qué o por quién estamos dispuestos a entregarlo todo: tiempo, dinero, energías? Leía recientemente la historia de unos padres entregados hasta el heroísmo por su hijo discapacitado…He aquí, pues, el primer criterio para distinguir al buen pastor. Para los primeros cristianos, que debían hacer frente a los sarcasmos de tantos acerca de la muerte ignominiosa de Jesús entre bandidos y malditos, tuvo que ser muy importante proclamar el sentido profundo de esta muerte como entrega por los demás.

Para el evangelio de Juan hay, además, un segundo criterio, tan importante como el primero porque confirma que Jesús es el buen pastor. Se trata del conocimiento mutuo que se da entre Jesús y los suyos. Este conocimiento reviste un doble sentido. Por un lado, conocer significa saber quién es el otro, qué es lo que le puede ayudar a ser él mismo por entero, a realizarse y alcanzar su plenitud. Por otro lado, conocer significa también reconocer en el otro algo que nos es connatural, valores comunes, una voz que nos es familiar y resuena en lo más profundo de nosotros mismos. Todo esto requiere paciencia, tiempo para conocerse y mucha perspicacia. Uno imagina fácilmente que fue esto lo que hubo entre Jesús y sus discípulos.

Para mí, dos mil años después de haber pisado los caminos de Palestina, Jesús sigue siendo el buen pastor. Es lo que fue para sus discípulos, lo que es para mí  y lo que puede ser para nuestro mundo. Su Palabra refleja un conocimiento profundo de lo que somos los seres humanos, una visión clara de lo que hace posible nuestra plenitud como personas en este mundo. Claro que el camino que nos propone no es fácil. Cuando leemos el contexto de la parábola del buen pastor, nos enteramos de que, por siete veces, intentaron las autoridades apoderarse de él para darle muerte. Jesús, sin embargo, se mantuvo firme en su postura de rechazo a la violencia. En Getsemaní, cuando fueron a buscarlo para prenderlo, le dijo a Pedro: «mete la espada en la vaina». Eligió el camino del amor que acepta la entrega de la propia vida para abrazar otra vida más plena ¿Quién puede escuchar, por cierto, palabras como éstas? Es preciso que resuenen en el fondo de nuestro corazón, que aviven el rescoldo del amor que arde en lo más profundo de nuestro ser, que despierten lo que ya es parte de nosotros, que encuentren un corazón abierto.

Yo pienso que Adil es un depredador, no un buen pastor. Porque el buen pastor no se pone al servicio de una ideología sino al servicio de las personas. Adil se sirvió de Shayma, de su sincera indignación frente a las injusticias cometidas contra los palestinos y algunos musulmanes, de su sed de un mundo mejor, para sembrar el odio y la violencia. De ella no se preocupó para nada ni perdió el tiempo en conocerla a fondo. Estoy seguro, por cierto, de que nunca dará su vida por ella. Se limitó a mostrarle a Shayma un  camino que la llevará a la alienación. Es un falso dios lo que le ha presentado.

Todo esto pone de manifiesto la importancia de los buenos pastores para guiar a los seres humanos. Hay un vínculo íntimo entre el buen pastor y su Dios. Cuando Jesús declara «el Padre me ama porque yo doy mi vida para recuperarla», está afirmando que, en su propia persona, es Dios mismo quien rechaza la opción de la omnipotencia y elige la del amor que se entrega, la única que puede abrir el camino hacia una vida plena. Cuando alguien dice «Dios», «Alá» o «Jehová», está imponiendo a los demás toda clase de exigencias, sin relación alguna con el amor que se entrega. Está siguiendo a un falso pastor y a un falso dios que acabarán por alienarle. Si alguien escucha una palabra que despierta, ante todo, sentimientos de odio, no buscará lo que hay en mí de mejor sino que me alienara seguramente. Es, pues, vital responder a la pregunta «¿quién es mi pastor?».

Texto de André Gilbert traducido por V.M.P.

AS PONTES Y SU DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN

Neste artigo publicado na Revista das Festas Patronais, no ano 1971, D. Enrique fálanos da devoción á Virxe do Carme existente nas Pontes de García Rodríguez dende tempos case que inmemoriais e como substituíu a antiga Patroa que era a Virxe da Asunción.

PUENTES Y SU DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN

Por D. ENRIQUE RIVERA ROUCO

COADJUTOR DE PUENTES

De todos es conocida la devoción que procesa el pueblo de Puentes a la Santísima Virgen del Carmen, y la tradición oral de nuestros antepasados nos testifica que tal devoción data de tiempo inmemorial.

Sin lugar a dudas que fue notablemente incrementada al ser establecida la Cofradía en 1736, cuyo primer fundador fue D. Blas Santomé y Aguiar, hermano del sacerdote párroco de Puentes D. Pedro Faustino Santomé y Aguiar, quien construyó a sus expensas la nueva Ermita, pues la Capilla primitiva (de igual advocación) no estaba enclavada en el lugar de la actual, sino adosada al edificio de la vieja casa rectoral, ante su entrada, sobre cuyas ruinas se alza hoy un Pabellón dedicado a pajar.

Ya en aquellas fechas debía ser grande la devoción a la Virgen del Carmen pues, según datos conservados en el Archivo Parroquial, la mayoría de los feligreses ingresaron en la recién creada Cofradía. Desde entonces se vinieron celebrando con gran brillantez y concurrencia las funciones de la Cofradía y la fiesta, así como las tradicionales procesiones, manifestación externa de esta gran devoción.

Como consecuencia la fiesta del Carmen fue adquiriendo extraordinario auge de tal forma que llegó a anular la fiesta patronal en honor de la Asunción de la Virgen, se celebraba el 15 de Agosto y que dejó de ser celebrada por el 1860, convirtiéndose prácticamente en Patrona de la Parroquia la Virgen del Carmen, hasta entonces Patrona de la Cofradía.En 1880, el párroco D. Antonio Ángel del Riego, reformó los estatutos “acomodándolos a las circunstancias del día” y amplió el edificio de la Ermita, dándole la estructura que conserva en la actualidad, tras haber sido ultimada y adecentada, en fecha más reciente por D. José Río Seijo.

Esta tradicional y firme devoción no sufrió disminución alguna hasta nuestros días, pese a las etapas de persecución religiosa por que hubo de atravesar la Iglesia Española a lo largo de los últimos cien años.

En la época actual, como la experiencia nos va mostrando, tampoco corre ningún riesgo, a pesar de que estamos viviendo una etapa hondamente difícil. Difícil, en primer lugar, por la momentánea crisis causada por los cambios o transformaciones que están operándose en muchas actividades de la Iglesia principalmente en la pastoral litúrgica; cambios exigidos por la misma naturaleza de la Iglesia, la cual, al correr de los siglos, tiene que conectar con el hombre, que a su vez es el mismo y distinto en cada tiempo.

Todo cambia, excepto Dios y su amor salvador, manifestado en Cristo y continuado por el Espíritu Santo en la Iglesia. Por lo que sería un concepto erróneo de la “Tradición” el considerarla como un peso muerto de costumbres y leyes de los mayores mantenidas a ultranza. Tampoco sería “Tradición” sana el no diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo mudable de lo inmutable. “Tradición” en su sentido verdadero significa corriente vital; debe ser vida perenne, siempre nueva.

A la luz de estos principios se ve con claridad meridiana que las formas de piedad de las generaciones anteriores debían ser reformadas adaptándolas al cristianismo de hoy, en cuya mentalidad y manera de ser no encajan aquellas formas que favorezcan la sensiblería, el “cristianismo egocéntrico” o la piedad ritualista externa, sin compromiso personal.

Esta adaptación es particularmente exigida por nuestros jóvenes, en quienes bulle una fuerte ansia de colaboración, conscientes de que su participación en el plan salvífico no es una toma de posesión tranquila sino con muchos problemas.

Así son los jóvenes de Puentes: dinámicos, abiertos de corazón, con iniciativas; en quienes arraigó profundamente la devoción a la Virgen del Carmen, pese, repito, por una parte al ambiente de crisis que vivimos y, por otra, a hallarse inmersos en un mundo cada vez más secularizado, en que con la técnica y la ciencia comienza el hombre a dominar los abismos del mar y los espacios siderales sin acudir a Dios, cuya presencia echa cada vez menos en falta.

En suma, la fe y la devoción del Pueblo de Puentes a su excelsa Patrona continúa y continuará pujante, por más que haya crisis en la Iglesia o que aumente el ateísmo sistemático y práctico de la sociedad.

Texto aportado por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes.

O TEMPLO PARROQUIAL

Neste artigo da Revista das Festas Patronais do ano 1982, D. Enrique fálanos do Templo Parroquial de As Pontes, describindo ás súas diferentes partes e facendo alusión ás distintas reparacións e cambios ao longo do tempo, moitas delas, pouco atinadas.

A Igrexa Parroquial está situada no centro da Vila, a carón do noso río Eume. Posiblemente, cando só había Vila, o edificio máis alto do lugar, co seu campanario dominando a contorna.

A ponte dos “ferros” ou ponte de García Rodríguez era paso obrigado para ir do interior á costa e viceversa; o vello hospital “intra-muros” facía as súas funcións cos viaxeiros, peregrinos e demais xente que precisaba dos seus servizos, o concello e a escola tamén estaban na Vila. E no centro e dominándoo todo, a Igrexa.

Temos dúas fermosas lendas relacionadas con este lugar, a da “Eterna namorada” e a do “Home das Fragas da Ribeira”, a primeira ten relación co cemiterio que se atopa na parte traseira da Igrexa e a segunda acontece no interior do Templo.

EL TEMPLO PARROQUIAL DE AS PONTES

Obra antigua de indiscutible mérito artístico. Desde antaño vino sufriendo deterioros y reformas incoherentes con su estilo. Actualmente reclama y merece una completa restauración.

Por D. ENRIQUE RIVERA TOUCO

Cronista Oficial de As Pontes

El Templo Parroquial de Sta. María de As Pontes de García Rodríguez consta de tres naves rectangulares y paralelas, de las cuales la central posee mayores dimensiones y mayor antigüedad; ostenta en su cabecera, sobre el presbítero, una importante bóveda de granito de estilo genuinamente gótico, con nervios de crucería y estrellada en cinco claves ornamentadas con hojas de lis y hojas lanceoladas.

Tiene por acceso un arco peraltado, de sabor románico; por tanto desacorde con la bóveda, ya que además las pilastras en que descansa son de forma neoclásica.

Esta anomalía, en opinión de personas versadas en el arte que visitaron la Iglesia, debe proceder de una reparación realizada siglos atrás, habiendo entrado en ruinas el arco originario que tuvo que ser gótico y que fue reemplazado por el actual, que sigue la corriente impuesta en Galicia por la Escuela Compostelana (de los arcos redondos) incluso en las obras de distinto estilo.

Los libros parroquiales parten del año 1680 y no dan cuenta de su construcción que, por tanto, es anterior. Siguiendo la catalogación de las obras góticas de Galicia que recoge del Profesor J.M. Caamaño Martínez la obra “Historia de Galicia”, vol. 1º (págs.. 229-234), editada por CUPSA Y PLANETA, corresponde claramente nuestra Iglesia de As Pontes al tercer tipo del gótico, caracterizado por “nave cubierta con armadura de madera, capilla mayor poligonal, más estrecha que el resto de la nave y cubierta con bóveda de crucería”.

Este modelo de la corriente gótica ostenta las influencias de las Órdenes Mendicantes, sobre todo en al manera de ejecutar la cabecera o presbiterio, por lo que bien puede corresponder a la realidad la inscripción (poco legible) que destaca en la base izquierda del mencionado arco mayor y que parece consignar el año 1446.

Las naves laterales, de cuya construcción hay constancia en el Archivo Parroquial, fueron erigidas: una en 1759, junto con el campanario y a expensas de la Cofradía Popular de “La Virgen de los Dolores, San Felipe y San Cayetano”; y la otra (la nave del Sagrado Corazón) en 1767, fundación del terrateniente sucesor de la Casa de Lemos en As Pontes, Don Antonio Cora.


Estas naves fueron dotadas de retablos neoclásicos, propios de su época, de una pequeña bóveda de granito con cruz de malla en la clave y de pilastras poligonales con arcos de medio punto sustituyendo la pared de la nave principal a la que fueron unidas.


Merece especial mención el retablo mayor. obra barroca de considerable mérito artístico y con sobredorado de oro. Aunque sobrio en su conjunto manifiesta ya influjos churriguerescos, por lo que debe proceder del siglo XVII (diecisiete).

Contiene el sagrario y un expositor de líneas platerescas; imágenes (de igual antigüedad) de San Pedro, Santiago y de la Asunción (Patrona titular de esta Parroquia), y en general los elementos del barroco clásico: gran frontón, cornisa y entablamento quebrados sobre columnas salomónicas y columnas estípites.

Conjuga la verticalidad con el movimiento que le imprimen las columnas retorcidas y demás motivos ornamentales de que está dotado: cabezas de ángel, acantos, hojas serpenteantes, cintas, etc., configurando un conjunto armónico de belleza y efecto deslumbrante.


En resumen, en este retablo fueron adoptados los cánones escultóricos del s. XVII, seguidos después por el célebre retabulista compostelano Miguel de Romay, una de cuyas obras destaca en la Iglesia de la Universidad de Santiago.


Mas, ahora viene “la segunda cara de la moneda”: esta egregia obra paralelamente vino sufriendo una serie de sucesos infelices que perjudicaron su flamante rostro:

  • En los tiempos de la epidemia del “cólera morbo” del pasado siglo, obligó el Ministerio de Sanidad a pintar con cal viva todas las superficies pétreas de los edificios públicos; desde entonces quedaron empañadas las bóvedas y arcos de nuestra Iglesia y, por si esto fuera poco, todavía hubieron de soportar en fechas posteriores absurdas capas de pintura.
  • A principios de nuestro siglo le fue instalado el actual cielorraso, totalmente desacorde con su estilo, mediante ficción de bóvedas y arcos elaborados con barrotillo y cal. Para ello la despojaron del cielorraso primitivo (del que quedan los vestigios de los rasantes de donde partía) y que era compuesto por una gran armadura de tabla de roble, con matajuntos de sección triangular siguiendo las vertientes del tejado.
  • Por esta misma fecha le sustituyeron dos pequeños -pero artísticos- retablos que tenían la función de cubrir las aristas del arco mayor, siendo deportados respectivamente a las ermitas de Illade y del Canerio, por los dos “armatostes” que fueron suprimidos recientemente al iniciar la obra de restauración, pues además de carecer totalmente de valor artístico mermaban la visibilidad y prestancia del altar y bóveda mayor.
  • Asimismo vinieron ocurriendo desmoches lamentables en las cornisas, columnas y arcos para la fijación de imágenes, de los últimos dichos retablos, etc.

  • También es de notar la importunidad del pavimento con baldosas y ya no digamos de sus extravagantes zócalos. Como también es inoportuna la sobrecarga de imágenes que contiene, de las que la mayoría son labores de cartón-piedra, sin valor alguno.
  • La reforma más disparatada que sufrió nuestra Iglesia ha sido la ampliación realizada en el año 1965; fue destituida de su primitiva fachada con frontón triangular propio de su época; cambiada la situación de las puertas de entrada y en general toda su estructura delantera, quedando desplazado el campanario; los materiales empleados son discordantes con el resto del edificio y el formato de la nueva fachada esta falto de sentido arquitectónico.

  • La obra de restauración que precisa ya está iniciada; es necesario llevarla a término, aunque costosa es posible si todos colaboramos.

  • En el pasado mes de Junio fue constituida una Comisión de Junta Parroquial por unos cuantos voluntarios que tienen la ilusión de mejorar nuestra Parroquia acometiendo éste y otros proyectos encaminados a remediar problemas de todo tipo que poseemos.

  • ¡Por el bien de nuestro Pueblo colaboremos todos con empeño y constancia!

Texto proporcionado por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes.

Foto de la fachada aportada por Xose María Ferro.

Foto del retablo principal aportada por V.M.P. y resto de fotos aportadas por J.A.V.

LA EVOLUCIÓN DE LA FE


Con la edad, como es mi caso, nos sucede, como a Tomás, el mellizo: nos cuesta más creer y sentimos menos que antes la presencia de Dios ¿Qué nos pasa, pues?

El paralelo más lúcido que he podido encontrar  para comprender la evolución de la fe es el de la relación entre padres e hijos. Mientras somos pequeños nuestros padres están siempre ahí, protegiéndonos y mimándonos, porque dependemos para todo de ellos. En el plano espiritual, nos sentimos bendecidos por Dios y su presencia a cada instante nos es manifiesta. En el evangelio, esta etapa infantil corresponde a los relatos de milagros, en los que se proclama las maravillas de Dios. Teresa de Lisieux disfruta como una niña al contemplar aquella nieve inusual que ha pedido y ve caer el día de su profesión religiosa. Un Ayton Sena, campeón de fórmula uno, presume de la protección divina.


Después viene la adolescencia y uno empieza a descubrir otro mundo diferente del que le enseñaron sus padres. Aquel pone a éste en cuestión. En el mundo de la fe, uno empieza a constatar que puede vivir muy a gusto y de una manera auténtica sin Dios. Comprueba, además, que las injusticias y el mal están presentes de tal modo en el mundo que este planeta parece seguir su curso sin que Dios haga nada por él. En el evangelio, esta crisis aparece, sobre todo, con los acontecimientos de la Pasión y condena de Jesús: ya no hay milagro alguno, lo único que hay es la dura realidad de la vida. Teresa de Lisieux sufre también la tortura de de esta crisis. Ayton Sena muere en un accidente de fórmula uno.


¿En qué se convierten los padres para sus hijos cuando éstos se hacen mayores? A menos de haber quedado bajo su tutela, los hijos ya no tienen con sus padres una relación utilitaria. La única posibilidad, pues: un nuevo tipo de relación, mucho más de igual a igual, centrada, más bien, en alguna forma de amistad ¿No sucede algo parecido también en nuestra relación con Dios? Alguien podría bramar de indignación ante la sola posibilidad, recordando que ningún ser humano es Dios: ¡es evidente! Con todo, ¿no ha dicho Jesús aquello de que «ya no os llamo siervos sino amigos…»?


El evangelio que nos cuenta lo que sucedió después de la muerte de Jesús apunta claramente en esta dirección ¿Por qué se alegran los discípulos de ver a Jesús? La fuente de su alegría no es otra que el mero hecho de verle presente, vivo. Se diría, entonces, que semejante actitud no fue posible sino tras una experiencia de duelo, como la que vivieron los propios discípulos. Tuvo que morir antes el rostro omnipresente y omnipotente del padre…



¿Qué es lo que mueve a Tomás a exclamar: «Señor mío y Dios mío»? ¿Es que ha recibido, acaso, un favor especial,  como pudiera ser, por ejemplo, el de haber sido curado? En absoluto. Su exclamación creyente brota de quien se ha sentido conocido por Jesús. En realidad, Jesús no hace otra cosa que repetir las palabras que había dicho ocho días antes en presencia de los demás discípulos, como si Tomas hubiera estado también entre ellos. Se trata de una clase de conocimiento que solo es posible cuando existe un amor profundo. Algo similar se puede decir de lo que le pasó a María Magdalena cuando se encontró con el hortelano junto al sepulcro vacío y éste le dijo: «¡María!». Ella, entonces, exclamó: «¡Rabuni!». Como enseña el evangelio de Juan: «el pastor conoce a las ovejas por su nombre».

Cuando Jesús dice «Como el Padre me ha enviado, así también os envió yo» a lo que somos enviados nosotros es a una situación en la que los padres se hacen a un lado para que sus hijos puedan tomar el relevo. Para proseguir una misión hace falta un mínimo de igualdad en la relación. Éste es el sentido que reviste la donación del Espíritu: nos hace capaces de tomar distancia de nuestra propia vida  para dar vida a otros. Teresa de Lisieux dijo, antes de morir: «después de mi muerte quiero seguir siendo misionera».



Digo todo esto porque estoy convencido de que este paradigma nos puede ayudar a dar pasos hacia una fe adulta, la fe que brota de la Pascua. Aun siendo, como somos, criaturas marcadas por la finitud, la limitación y el pecado, nos sentimos llamados a un amor de intimidad, como si fuéramos iguales que nuestro Creador. No nos seguirán faltando, con todo, momentos de suplica, pero como le sucede a un amigo cuando se abre con su amigo.



Mi dificultad para creer guarda relación seguramente con lo difícil que es, en sí, el nacimiento de la fe después de Pascua: es necesaria, ante todo, la experiencia de alguna forma de duelo en la manera de concebir al que siempre hemos llamado «Dios». En la celebración de cada domingo, ¿por qué no exclamar: «¡Qué grande es el misterio de la fe!»?

Texto escrito por André Gilbert y traducido por V.M.P.

EL ARDUO CAMINO HACIA LA PAZ

La liturgia pascual proclama estas palabras de Juan: «el sábado al atardecer, durante el encuentro semanal de la comunidad, encerrados aun los discípulos por miedo a los judíos, experimentaron una presencia que les llenó de una paz profunda. Cuando esta paz dio, a su vez, origen a la fe en aquel que había sido crucificado y muerto, los discípulos sintieron un gozo inefable. Fue entonces cuando recibieron la misión de salir de su estupor y guiar a los demás a la misma fe, a la misma paz, al mismo gozo, liberándose, así, de este mundo, lleno de perdición y de muerte, y descubriendo la vida verdadera. El camino de la fe no es evidente, como lo manifiesta Tomás, porque se trata de la fe en un crucificado, esto es, del descubrimiento de la paz y del gozo a través de los sufrimientos y de la muerte»

Amigos lectores, este relato representa, para mí, un desafío considerable, tanto por su comprensión como por su llamada a la fe. Hay que prescindir, ante todo, de una lectura superficial y de primer nivel, como si el evangelista se hubiera propuesto informarme sobre los poderes extraordinarios del Resucitado -capaz de atravesar las paredes y oír las conversaciones de todo el mundo, incluido Tomás- o recordarme que, a los once discípulos más cercanos, les ha concedido el poder de confesar y perdonar los pecados. Este relato, como su final pone de manifiesto, se dirige, en realidad, a todos nosotros, hombres y mujeres de todos los tiempos, para que tengamos vida. En la medida que es como el trampolín para una experiencia de fe, el relato en cuestión no se refiere simplemente a una realidad del pasado sino a contenidos actuales que están a mi alcance y  puedo descubrir. He aquí el desafío.

Sabemos distinguir la vida física de la vida plena para una persona auténtica: algunos están vivos, pero su corazón está muerto; otros, en cambio, a pesar de su salud precaria, respiran felicidad a pleno pulmón. Cuando Jesús habla de vida, no se refiere simplemente a la vida física porque él mismo murió a la vida física.

Hay que distinguir también entre la paz de la que hablan cuantos no quieren que nadie les moleste, como si la paz fuera falta de preocupaciones, y la paz profunda, manifestada por aquellos seres humanos que se encuentran en el corazón de la adversidad, entre preocupaciones y circunstancias nunca antes vividas, como en el momento de la muerte. Jesús dijo a sus discípulos: «yo os dejo mi paz». Y poco después tuvo que enfrentarse, él mismo, a la incomprensión, los tormentos y la muerte.

Hay, en fin, otra distinción que notar entre el gozo anunciado en televisión por cualquiera con una botella de Coca-cola en su mano y el gozo profundo de alguien que ha encontrado el amor de su vida. Yo imagino que Juan se hace eco fiel de la vida de Jesús cuando pone en sus labios estas palabras: «os digo estas cosas para que mi gozo esté en vosotros y vuestra alegría sea completa».

Y ahora, la gran cuestión: «¿dónde tener la experiencia de esta paz y de este gozo y encontrar, así, la vida que las preocupaciones, el sufrimiento y la muerte física no pueden alcanzar? Indagando en mi propia experiencia saco a la luz un recuerdo de infancia: cada noche, mientras me iba quedando dormido, mi padre tenía la costumbre de entrar muy despacio en mi habitación a oscuras para cerciorarse de que estaba bien arropado en mi cama. Aun recuerdo aquella sensación que me llenaba de paz: alguien velaba sobre mí y yo me sentía protegido. Es evidente que este sentimiento ha dejado huella en mi personalidad y en los caminos de mi vida. Con el tiempo, sin embargo, ya no basta este sentimiento para hacer frente a ciertas situaciones en la vida. No puedo explicar ahora con detalle cómo ha tenido lugar el tránsito desde aquel sentimiento infantil hasta mi fe actual en Alguien que vela sobre mí y me protege en todas las circunstancias de la vida. O, más bien, cómo tiene lugar cada día este tránsito. Queda claro, de todos modos, que, sin esta vivencia de seguridad y amor, un ser humano no puede alcanzar su plenitud. Sin esta vivencia, es difícil sentirse liberado de toda forma de esclavitud, división, amargura o pecado.


El evangelista me asegura: «es Jesús de Nazareth quien me ha hecho descubrir esta dimensión de un mundo habitado por un Padre amoroso». Sé que alguien como el Dalai Lama, cuya paz y cuyo gozo admiro profundamente, encuentra de otra manera el poder de la serenidad que nos abre al futuro. Lo que me parece esencial, en todo caso, es que esta vivencia llegue a integrar todos nuestros sufrimientos, miedos, guerras y muertes, porque nuestra fe es en la Resurrección de los muertos, no en una vida sin muerte. La fe en el futuro es fe en algo que escapa a nuestro control: el Espíritu es como el viento, oyes su voz pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. He aquí la dificultad con la que tropieza Tomás y también nosotros, tal vez. 

Texto original de André Gilbert traducido por V.M.P.

OS TOQUES DE CAMPÁS POR D. ENRIQUE RIVERA

Cando era un rapaz, lembro que había tres feitos ao longo do día polas que sabías a hora que era: a serea da Central (ENCASO), o paso do Coche de “Línea” (autobús de Ferrol-Lugo e viceversa, e o autobús As Pontes- Coruña) e os toques das campás da Igrexa Parroquial cando había reloxo (ata o 1965 porque logo, ao tirar a fachada, sacaron o reloxo e non se volveu a poñer).

Tamén recordo os diferentes toques das campás. Un que non me gustaba escoitar era o de defunto, no que se podía saber polo xeito dos toques se era home, muller ou neno-a.


D. Enrique publica este artigo na revista das Festas Patronais de 1997 relativo ao toque das campás e no que nos dá datos sobre o reloxo existente, noutrora, na fachada da Igrexa Parroquial.

LOS TRADICIONALES TOQUES DE CAMPANA EN EL PASADO DE AS PONTES

Accediendo a la petición de algunos amigos que desean conservar el recuerdo de una de tantas costumbres tradicionales de nuestro Pueblo, ya que era un grato servicio que dispensaba a la Feligresía el lenguaje de las campanas de la Iglesia Parroquial, consignamos a continuación el significado de los diversos toques practicados hasta hacer aproximadamente un cuarto de siglo.

Se diferenciaban dos repiques: el general y el solemne. En el primero eran usadas las dos campanas mayores (grande y pequeña).

Comenzaba con una entrada rápida, de unos diez segundos en cada una, y seguía alternándolas ágilmente durante unos cuatro o cinco minutos. Para el solemne eran necesarios dos campaneros y utilizaban la campana del reloj, además de las otras dos: tras la entrada en cada una, un campanero alternaba repicando la grande y la del reloj y el otro volteaba la campana pequeña tirando de una cadena que tiene asida a la cepa, también unos cuatro o cinco minutos para terminar repicando la grande y la pequeña.


Toques de llamada a la Misa: igual que en la fecha, media hora y un cuarto de hora antes, una serie de tañidos diferenciando al final si es el primero o el segundo; en los días laborales se usaba la campana pequeña y sólo el golpe deferencial con la grande; en los festivos se verificaba todo el sonido con la campana grande. El toque de entrada, que en la actualidad consiste en un tercero con el mismo procedimiento que los anteriores, hasta aproximadamente el año 1940 era ejecutado mediante una campana pequeñita, llamada “el esquilón” que se hallaba con una diminuta espadaña sobre la sacristía vieja adosada a la cabecera de la nave del Sagrado Corazón, accionándola desde la sacristía. Por dicha fecha se suprimió y posteriormente se eliminó la espadaña al ocasionar gotera en el edificio.


Toques fijos a diario: del alba, al salir el sol con un repique general (abolido por el año 1940), de ángelus y de oración hasta hace un cuarto de siglo, respectivamente a las 12 horas y a las 7 de la tarde, con ocho tañidos en cada campana, comenzando por la pequeña. Quienes estaban trabajando en el campo solían interrumpir la labor y rezaban tres avemarías.


Se efectuaba el repique general en las ocasiones siguientes: con el toque de oración todos los sábados y vísperas de festivos, a la salida y regreso de las procesiones, al comenzar el rezo de rogativas en torno a la Iglesia (25 de Abril y antes de la Misa de mediodía en los domingos siguientes hasta el verano), en la “Misa del gallo” (24 de Diciembre) al llegar al gloria, a la llegada del Obispo en la “visita pastoral “ en que además la orquesta o banda del Pueblo interpretaba el himno nacional; y, durante los días en que había sermón al atardecer, por ejemplo, en los novenarios solemnes, tres repiques consecutivos justo con el toque de oración.

Asimismo había repique general cuando salía el “viático” o comunión para los enfermos, si era para un barrio de aldea, sólo el repique de partida, cuando era para una casa de la Villa el Sacerdote llevaba dos partículas y entonces se verificaba el repique a la salida y al regreso a la Iglesia, le acompañaban personas con velas encendidas y, entre ambos repiques, el sacristán volteaba de vez en cuando la campana pequeña.

Tanto si iba a la aldea como al Pueblo precedía al Sacerdote un hombre portando en la mano izquierda una linterna metálica con los laterales de cristal y una vela encendida en el interior y, en la derecha, una campanilla con la que daba toques de atención de que pasaba el Santísimos. La gente descubría la cabeza e incluso muchos se arrodillaban.

Cuando se cruzaba algún despistado sin quitar la boina o el sombreo el Cura le increpaba: ¡¡Descúbrete, hombre, respeta a Nuestro Señor!! En la semana de pascua se llevaba la Comunión a los enfermos del Pueblo, al terminar la Misa de la mañana el día previamente señalado; acudía gran número de personas con velas encendidas y el Sacerdote iba revestido con capa pluvial blanca y banda de hombros y con la cruz alzada y los ciriales y repique general de partida y regreso y el volteo intermedio.


El repique solemne tenía lugar el día víspera de las fiestas patronales del Pueblo (El Carmen y Corpus) a las 12 de la mañana, juntamente con la salva de bombas de palenque que anunciaban la llegada de los festejos.


El repique de alarma se realizaba cuando había incendio en una o en las proximidades de viviendas. Consistía esta señal en repiques breves (de medio minuto) y consecutivos con las dos campanas a la vez. Y más lentos que en el repique general. Entonces los moradores del Pueblo salían de prisa con cubos en la mano al lugar del siniestro para ponerse en hilera hasta el río o el pozo más cercano pasando los cubos llenos de agua de mano en mano. Y depositar en el fuego (hasta la década de los 50 no hubo bomberos en la Empresa Calvo Sotelo, los primeros de As Pontes).


Los toques de difunto y de funerales: por un difunto doblaban las campanas la mayor por parte del día, desde el fallecimiento hasta el funeral, con dos golpes en la campana pequeña y uno en la grande si se trataba de una mujer y al revés, dos en la grande y otro en la pequeña, siendo un hombre. Tres en cada una cuando el fallecido era el Cura.

Cuando acababa de ocurrir la defunción siendo en la Villa o lugares próximos, durante los primeros minutos estos tañidos se realizaban de forma muy suave, a los que denominaban “toques de agonía”. Para las funciones de aniversario doblaban desde el toque de ángelus de la víspera y alternando con el sonido en cada campana indistintamente fuere difunto o difunta. Por los suicidas era diferido el funeral durante varios días y sólo sonaban las campanas desde la víspera y al igual que para los aniversarios.

Precedía a la comitiva del entierro sólo la cruz y a media hasta (sin el mango) y en vez de cantar el “miserere” era simplemente recitado por el Sacerdote. En las salidas para la conducción del cadáver, si la casa mortuoria era en al Villa o lugares cercanos, iba el Cura con roquete y pluvial negra, acompañado de varios monaguillos que portaban la cruz parroquial, los ciriales, una bandera negra o guión y los estandartes de las cofradías a las que el difunto estuviera afiliado.

Cuando salían de la iglesia el sacristán volteaba durante unos minutos la campana pequeña añadiendo de vez en cuando un golpe en la grande y repetía este toque si le correspondía pasar a la comitiva por la calle real o por el puente de Isabel II, al transitar por dichos sitios.

También doblaban las campanas de la Capilla del Carmen (solo cuando el difunto o difunta era cofrade) al aproximarse a la misma; y finalmente, en la llegada al cementerio, tañían las campanas de la capilla de allí, siendo estos toques como los de la Iglesia pero apurando más. En las conducciones de la Villa solían acompañar al Párroco algún sacerdote más y no cuando era de la aldea; entonces, al no esperar el entierro en la entrada del Pueblo, tras dar el indiciado toque de salida.

La cruz, estandarte y “guión” venían en manos de paisanos desde la casa, a donde eran previamente trasladados y al que traía la cruz le reemplazaba el monaguillo con otra cruz parroquial más destacada que la primera.

En los entierros de párvulos (o niños menores de los 7 años) al tener el aviso del fallecimiento era tocado un repique especial, llamado “vaivén” que consistía en comienzo como en el repique general y seguía con golpes alternados lentamente en ambas campanas para concluir como en los repiques ordinarios. Se repetía este toque al salir para la conducción del párvulo.

El Sacerdote, precedido por la cruz y ciriales, iba revestido de roquete y estola blanca y durante el trayecto cantaba el salmo “Laudate púeri Dóminum” y, hecho el enterramiento, había la “Misa de Gloria” en la Iglesia. Tratándose de un domicilio en la aldea era usada solamente la cruz, a mano de un paisano.


La remuneración que percibía el Sacristán por todos los servicios de campana era una taza de grano de trigo que pasaba a recoger en el mes de septiembre por las casa a la vez que el Párroco recogía medio ferrado (siete kilos) por el rezo de las rogativas, este tributo se denominaba “rogación”.


Alguna casa negaba la retribución al Sacristán, entonces en vez de doblar a difunto durante la mayor parte del día lo hacía sólo durante unos minutos mañana y tarde y la gente se daba cuenta de que tal familia regateaba la taza de trigo.


Finalmente reseñamos que el reloj de la Iglesia fue cedido en el siglo XIX por el Ayuntamiento de Villalba al de As Pontes a cambio de cien fanegas de trigo en un año de fracaso en las cosechas. El edificio del Ayuntamiento (la casa nº 1 de la plaza de la Iglesia – Casa de Román -) no era adecuado para la colocación y fue fijado en la fachada de la Iglesia ante la nave de Los Dolores.


Actuaba movido por dos pesas de granito que bajaban hasta el suelo por un encajonamiento adosado al interior de la fachada. Hacía sonar las horas y medias horas en una pequeña campana, aún existente en el lado norte del campanario, mediante un cable que accionaba el martillo exterior a la campana.


El Ayuntamiento tenía encargado a un relojero de la Villa para subirle las pesas mensualmente y cuidarlo, retribuyéndole con una exigua cantidad anual. El último relojero que lo atendió fue el Señor José Bouza.

En la ampliación de la Iglesia realizada por D. José Río Seijo en 1964 se previno seguir usándolo, por ello el ventanal redondo de la fachada posee el diámetro exacto de la esfera del reloj y quedó adaptado un bajante en la nueva fachada para el deslizamiento de las pesas, ante la nave del Sagrado Corazón.

Pero, al quedar más distante que en la antigua fachada y perder el cable su verticalidad, ello llevó consigo que la tracción de la pesa quedó insuficiente para mover el martillo que hacía sonar la campana y entonces el reloj ha sido retirado.

Abril de 1997

Enrique Rivera Rouco

Cronista Oficial de As Pontes.

Artículo e fotografías aportados por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes

 

EL DISCÍPULO AL QUE JESÚS AMA

Tras la muerte de un ser humano, cuando el recuerdo de los acontecimientos que marcaron su vida es evocado en sus funerales y su cuerpo sepultado o incinerado, es el momento de la interiorización. En el relato del sepulcro vacío que leemos el Domingo de Pascua ¿no sucede algo semejante? Es verdad que el tiempo del relato es reducido: lo que dura la acción de bajar el cuerpo de la cruz y envolverlo en lienzos. Nos traslada enseguida al momento en que las exequias ya han terminado: el cuerpo ya no está a la vista y empieza la interiorización.

Quiero abrir aquí un paréntesis: ¿qué habría sucedido si el cuerpo de Jesús hubiera seguido allí, en el sepulcro, y hubiera pasado el tiempo sobre ese cuerpo cubierto de lienzos? Que nadie me diga: “esa situación nunca se habría dado porque Jesús ha resucitado”. Podríamos seguir creyendo en la Resurrección de Jesús sin dejar de ver su cuerpo yacente en el sepulcro: el estado de Resurrección no requiere la presencia -ni la ausencia- de un cuerpo mortal. Entre los expertos hay acuerdo en que la tradición de la Resurrección y la del sepulcro vacío son totalmente independientes entre sí. Basta leer las cartas paulinas para comprobar que no hay, en ellas, la menor alusión al sepulcro vacío. Cuando Pablo habla del «cuerpo resucitado» se refiere a un «cuerpo espiritual» distinto del cuerpo de carne (1 Cor 15, 44). Vuelvo, pues, a mi reflexión inicial. En realidad, si el cuerpo de Jesús hubiera seguido allí, en el sepulcro, y no se hubiera corrompido, se habría operado, en mi opinión, una especie de fijación castradora sobre el pasado: sería la nuestra una religión del recuerdo.

Tenemos que habérnoslas, sin embargo, con la ausencia del cuerpo. Con el cuerpo ausente podemos poner en relación muchas cosas de nuestra propia vida: la carencia de tantas que podrían llenar de estímulo y pálpito nuestra vida, la ausencia de seres queridos que a uno le gustaría tener siempre a su lado, la falta de seguridad íntima que todos necesitamos, la pérdida del cuerpo joven y alerta que uno ha tenido. Se podrían añadir a todo ello los deseos insatisfechos de comprender una historia personal, de dar sentido a todos los azares e imprevistos de la vida, de entender unas circunstancias que pueden parecer insignificantes y sin la menor transcendencia. María la Magdalena llora: «necesito su cuerpo, dime dónde puedo encontrarlo».

Fijémonos, ahora, en la disposición de Pedro y del otro discípulo. Pedro entra en el sepulcro vacío. Parece el primero en abrirse a esta experiencia de ausencia. Con él nos salen al encuentro todos aquellos para quienes esta experiencia sigue despertando un sinfín de interrogantes dolorosos. El discípulo al que Jesús amaba entra después. A diferencia de Pedro -viéndose, como él, en el corazón de esta experiencia de ausencia-, ve y cree. Será, pues, el primero en la experiencia de la fe ¿Qué es lo que ha visto? ¿Qué es lo que ha creído?

El evangelista repara en que el sudario que había cubierto el rostro de Jesús no se halla entre los lienzos sino enrollado en un sitio aparte. Queda claro, entonces, que la ausencia del cuerpo no se debe a que alguien se lo haya llevado, como creyó María Magdalena, porque no se habría tomado la molestia de coger el sudario y enrollarlo cuidadosamente en un sitio aparte. Estos detalles, por cierto, no han escapado a la atención de Pedro ¿Qué es lo que el otro discípulo ha visto además? ¿Cómo es posible que el sudario se haya convertido en un signo?

Amigo lector, el biblista que soy se siente, ahora, un poco desconcertado. Me resisto a caer en la trampa de los fundamentalistas, para quienes la casualidad no existe porque Dios decide hasta la más insignificante de las cosas que pasan. Sin embargo, estoy convencido de que es el sentimiento de haber sido amado con locura el que ha permitido al otro discípulo ser el primero en presentir los signos o indicios de algo que no era puramente accidental, en buscar febrilmente un sentido para ello, en recordar las palabras de Jesús y en percibir su relación con el conjunto de las Escrituras ¿Cuál es su descubrimiento? El de un significado que emerge de este duelo y hace posible sentir una presencia. Este sentimiento le mueve a decir: «ya no soy ya el discípulo al que Jesús AMABA. En adelante voy a ser el discípulo al que Jesús AMA». Aquel a quien el amor ha hecho correr más rápido que Pedro contempla ahora su relación con Jesús eternamente viva.

Entre los relatos pascuales éste es el que más me interpela. Como la mayoría de las personas, yo no he tenido nunca experiencias privilegiadas del Jesús Viviente, similares a las que los relatos de encuentro con Jesús resucitado parecen sugerir. Lo cierto, sin embargo, es que el evangelista describe, a mi entender, la experiencia de fe por excelencia: la que tiene lugar sin ver a Jesús. Juan me invita a abrirme a todo aquello que representan los vacíos de mi vida, las ausencias que duelen, los adioses más o menos forzados…Y me dice: «mira un poco mejor al corazón de lo que parece un vacío: ¿no hay ahí una presencia amorosa que te espera? Si lo haces, sentirás una paz que te arrancará palabras como éstas: ¡el Viviente está aquí!»

Mientras escribo estas líneas los periódicos cuentan la historia de unos jóvenes esquimales que se drogan con el vapor del combustible. Sabemos que no tuvieron nunca unos padres que miraran por ellos, les prestaran atención, les quisieran. Su abandono se ha convertido en un pozo sin fondo. Con el discípulo que fue el primero en descubrir lo que significa ser amado con locura, me atrevo a formular esta plegaria: que la Pascua venga para todos, para que, en medio de nuestros duelos, pueda germinar la vida.

Texto original de André Gilbert y traducido por V.M.P.