
Neste artigo publicado na Revista das Festas Patronais, no ano 1971, D. Enrique fálanos da devoción á Virxe do Carme existente nas Pontes de García Rodríguez dende tempos case que inmemoriais e como substituíu a antiga Patroa que era a Virxe da Asunción.
PUENTES Y SU DEVOCIÓN A LA VIRGEN DEL CARMEN
Por D. ENRIQUE RIVERA ROUCO
COADJUTOR DE PUENTES
De todos es conocida la devoción que procesa el pueblo de Puentes a la Santísima Virgen del Carmen, y la tradición oral de nuestros antepasados nos testifica que tal devoción data de tiempo inmemorial.
Sin lugar a dudas que fue notablemente incrementada al ser establecida la Cofradía en 1736, cuyo primer fundador fue D. Blas Santomé y Aguiar, hermano del sacerdote párroco de Puentes D. Pedro Faustino Santomé y Aguiar, quien construyó a sus expensas la nueva Ermita, pues la Capilla primitiva (de igual advocación) no estaba enclavada en el lugar de la actual, sino adosada al edificio de la vieja casa rectoral, ante su entrada, sobre cuyas ruinas se alza hoy un Pabellón dedicado a pajar.
Ya en aquellas fechas debía ser grande la devoción a la Virgen del Carmen pues, según datos conservados en el Archivo Parroquial, la mayoría de los feligreses ingresaron en la recién creada Cofradía. Desde entonces se vinieron celebrando con gran brillantez y concurrencia las funciones de la Cofradía y la fiesta, así como las tradicionales procesiones, manifestación externa de esta gran devoción.
Como consecuencia la fiesta del Carmen fue adquiriendo extraordinario auge de tal forma que llegó a anular la fiesta patronal en honor de la Asunción de la Virgen, se celebraba el 15 de Agosto y que dejó de ser celebrada por el 1860, convirtiéndose prácticamente en Patrona de la Parroquia la Virgen del Carmen, hasta entonces Patrona de la Cofradía.En 1880, el párroco D. Antonio Ángel del Riego, reformó los estatutos “acomodándolos a las circunstancias del día” y amplió el edificio de la Ermita, dándole la estructura que conserva en la actualidad, tras haber sido ultimada y adecentada, en fecha más reciente por D. José Río Seijo.
Esta tradicional y firme devoción no sufrió disminución alguna hasta nuestros días, pese a las etapas de persecución religiosa por que hubo de atravesar la Iglesia Española a lo largo de los últimos cien años.
En la época actual, como la experiencia nos va mostrando, tampoco corre ningún riesgo, a pesar de que estamos viviendo una etapa hondamente difícil. Difícil, en primer lugar, por la momentánea crisis causada por los cambios o transformaciones que están operándose en muchas actividades de la Iglesia principalmente en la pastoral litúrgica; cambios exigidos por la misma naturaleza de la Iglesia, la cual, al correr de los siglos, tiene que conectar con el hombre, que a su vez es el mismo y distinto en cada tiempo.
Todo cambia, excepto Dios y su amor salvador, manifestado en Cristo y continuado por el Espíritu Santo en la Iglesia. Por lo que sería un concepto erróneo de la “Tradición” el considerarla como un peso muerto de costumbres y leyes de los mayores mantenidas a ultranza. Tampoco sería “Tradición” sana el no diferenciar lo esencial de lo accesorio, lo mudable de lo inmutable. “Tradición” en su sentido verdadero significa corriente vital; debe ser vida perenne, siempre nueva.
A la luz de estos principios se ve con claridad meridiana que las formas de piedad de las generaciones anteriores debían ser reformadas adaptándolas al cristianismo de hoy, en cuya mentalidad y manera de ser no encajan aquellas formas que favorezcan la sensiblería, el “cristianismo egocéntrico” o la piedad ritualista externa, sin compromiso personal.
Esta adaptación es particularmente exigida por nuestros jóvenes, en quienes bulle una fuerte ansia de colaboración, conscientes de que su participación en el plan salvífico no es una toma de posesión tranquila sino con muchos problemas.
Así son los jóvenes de Puentes: dinámicos, abiertos de corazón, con iniciativas; en quienes arraigó profundamente la devoción a la Virgen del Carmen, pese, repito, por una parte al ambiente de crisis que vivimos y, por otra, a hallarse inmersos en un mundo cada vez más secularizado, en que con la técnica y la ciencia comienza el hombre a dominar los abismos del mar y los espacios siderales sin acudir a Dios, cuya presencia echa cada vez menos en falta.
En suma, la fe y la devoción del Pueblo de Puentes a su excelsa Patrona continúa y continuará pujante, por más que haya crisis en la Iglesia o que aumente el ateísmo sistemático y práctico de la sociedad.
Texto aportado por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes.