El 26 de Diciembre del año 2004 quedará grabado para siempre en nuestra memoria: mientras celebrábamos las fiestas navideñas, un tsunami devastador arrasó las costas del océano índico, dejando casi 230000 muertos.
Todo había empezado en los fondos marinos, concretamente en una falla que se conoce como zona de subducción, cuando una placa tectónica comenzó a presionar sobre otra con tanta fuerza que acabó levantando el océano. Sí, nuestro querido planeta Tierra está siempre en movimiento, para bien y para mal.
Un fenómeno similar se produjo, años después, en la región de Sendai, en Japón, el 11 de Marzo de 2012, dejando, en esta ocasión, más de 16000 muertos. Mientras exista la Tierra, seguirá habiendo tsunamis, alguno tal vez, muy cerca de nosotros. Un buscador de Dios no puede por menos de preguntarse: ¿por qué ha creado Dios un planeta tan inestable y cambiante, que expone nuestra vida a situaciones trágicas? Si yo tuviera la capacidad de crear un planeta, ¿lo haría así?
Si los fenómenos naturales nos desconciertan, ¿qué pensar, además, de los fenómenos humanos? Un reportaje periodístico reciente nos contaba la historia descorazonadora de unos niños cuyos padres eran toxicómanos: se pasaban el día solos, frente al televisor o en su cuna, comiendo de pie y sin la oportunidad de llamar a su madre «mamá». Muchos de ellos, con dos años de vida, no sabían caminar ni hablar todavía.
Estamos lejos, pues, de los cuentos de las mil y una noches. Todo esto se limita, por supuesto, a una parte de la realidad y uno podría pasarse tardes enteras contando historias maravillosas sobre la vida y los milagros del amor. Pero lo cierto es que la realidad humana es compleja, pues abarca zonas de luz y de sombra a la vez. Y, a un buscador de Dios, para quien la realidad visible es reflejo de la realidad invisible, le persigue un interrogante: «¿quién es Dios?». Porque se siente lejos del mundo griego, tal como lo entendía Aristóteles, para quien la divinidad tenía su morada en las esferas perfectas del cielo: si existe la perfección, no es la que nos imaginamos nosotros.
El evangelio que se proclama en la Iglesia el domingo de la Santísima Trinidad complica aun más las cosas porque, en él, escuchamos a Jesús resucitado decir a los once: «id a hacer discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo». No se habla propiamente de Dios sino del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Nos alejamos, pues, de la visión simple de la transcendencia de Alá en el Islam o de Yahveh en el judaísmo. Todavía recuerdo a un dominico de Jerusalén que contaba cómo le había escupido en los pies un soldado israelí como si fuera un idólatra. Fijémonos, por cierto, en que se habla de «bautizar en el Nombre de…». Entre los griegos, el bautismo se podía referir a un barco que, sumergido en el agua, se terminaba hundiendo. Para un cristiano, el bautismo expresa la muerte a su antigua vida y la adquisición de una identidad nueva. Ahora bien, esa identidad que adquirimos con el bautismo es una identidad trinitaria.
¿Hemos reflexionado, alguna vez, sobre nuestra propia actividad como seres inteligentes? Somos una conciencia que busca la luz e intenta dar respuesta a infinidad de preguntas, mientras saborea, de vez en cuando, el placer de comprender y comprobar que su comprensión es exacta. Pero no bastan estos momentos de iluminación personal porque es preciso encontrar las palabras justas para expresar lo que uno ha comprendido y comunicárselo a los demás. Me acuerdo, en este momento, de Helen Keller, aquella niña ciega y muda de nacimiento que dio un salto prodigioso en la vida al descubrir que los movimientos de la mano de su tutora tenían un significado -eran palabras- y se referían a ideas: acababa de descubrir la palabra. Pero comprender y expresar lo que hemos comprendido por medio de palabras no es suficiente: somos seres capaces de actuar y necesitamos saber qué es lo que vale la pena hacer. Y nuestra manera de averiguar lo que vale la pena está condicionada, en buena medida, por nuestra idea de lo que está bien o mal, y también por lo que nos atrae, lo que nos gusta y satisface: una mezcla, pues, de inteligencia práctica y de sentimientos. Al describir quiénes somos, estamos describiendo, a la vez, quién es Dios Padre, fuente de toda luz, Dios Hijo, Palabra de esta luz, y Dios Espíritu Santo, Amor derramado por el mundo para transformarlo con la acción. Somos seres esencialmente trinitarios pues hemos sido creados a imagen de Dios.
Texto original de André Gilbert traducido por V.M.P
Voy a contar la historia verídica de Salomón y Dahiru, grandes amigos entre sí desde que iban a la escuela. El primero era cristiano, un hombre de aspecto rechoncho y descendiente de una familia de granjeros desde hacía varias generaciones. El otro era musulmán, un hombre alto y delgado, descendiente de una tribu que se dedicaba a la cría de astados. Los hechos tuvieron lugar en Nigeria, país donde tales diferencias entre individuos pueden ocasionar la muerte. Pero las comunidades que rodeaban a nuestros dos protagonistas lograban siempre convivir en paz: si algún rebaño pisoteaba un campo o un criador se encontraba con algún obstáculo en su camino hacia fuentes de agua, las diferencias se terminaban solventando amigablemente.
Con el tiempo, sin embargo, las familias de granjeros fueron creciendo, el calentamiento climático acabó secando las tierras, la tierra buena escaseaba cada vez más, los granjeros encontraban sus cosechas arruinadas por los rebaños a su paso y los criadores se veían agobiados por nuevos cercados y plantaciones. Acabo estallando el conflicto, las comunidades entraron en guerra y los ataques entre una y otra fueron sucediéndose: cosechas destruidas, animales masacrados, aldeas incendiadas, personas asesinadas. Salomón y Dahiru tuvieron que abandonar sus comunidades respectivas y se convirtieron en refugiados.
Es en este contexto donde a mí me gustaría volver a leer el evangelio de Pentecostés. Para empezar, Juan pone en labios de Jesús este evangelio con ocasión de su cena de despedida, en el mismo momento en que su misión empieza a parecer un fracaso y a precipitar el odio de las autoridades judías. Queda claro, entonces, que no podrá escapar a una muerte inminente. Cuando Juan escribe este pasaje, hacia el año 90 d. c., él y su comunidad tienen que hacer frente a la hostilidad creciente de la sociedad y, en particular, de la comunidad judía, que acaba de expulsar a los cristianos de la sinagoga. Son horas sombrías en las que uno se siente solo y vulnerable.
¿Qué dice Jesús a sus discípulos cuando se despide de ellos y qué nos está diciendo también a nosotros? Que no serán abandonados a su suerte porque recibirán ayuda, es más, podrán invocar al Ayudante, pues será como un amigo que se acerca y se pone a su lado en los momentos difíciles. Este Ayudante será en ellos como una fuerza inspiradora, para que puedan actuar como Él en las mismas circunstancias. Como Él ya no estará físicamente a su lado, será el Ayudante quien tome el relevo a través de sus palabras y sus gestos. De hecho, debería decir: «podréis actuar como Dios mismo lo haría porque este Ayudante es el aliento mismo de Dios».
Pero ¡atención! Todo esto no tendrá lugar de la noche a la mañana. Ser adulto en la fe requiere tiempo, mucho tiempo. Es un largo camino, pues aprender a seguir los pasos del Maestro, responder a la incomprensión con la entrega paciente de sí mismo, reaccionar ante el mal, el odio y la violencia con un amor dispuesto al sacrificio voluntario, todo esto queda fuera de nuestro alcance a menos que aceptemos la guía del Ayudante y nos abramos por entero a su aliento interior, apenas perceptible. Cuando lo hagamos Él será glorificado, es decir, la vida extraordinaria que ha venido a traernos saldrá a la luz y podremos comprenderle en plenitud, a Él y a Dios mismo. No hay diferencia alguna entre Él, su camino, y Dios mismo.
¿Cómo reaccionar ante semejantes palabras? Uno puede pensar: ¡qué hermoso! Pero no es suficiente. También hoy el aliento imperceptible de Dios hace su obra dentro de nosotros: como dice San Pablo, «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado» (Rom 5, 5), es decir, todo ser humano tiene, en su interior, algo divino que es la capacidad de amar sin límites, sin condiciones, sin restricciones ni reservas. Como sucede con una ventana, uno puede abrirla para que entre el aire o cerrarla a cal y canto. Es aquí donde se vive el drama humano. No se nota, por lo común, una gran diferencia entre una ventana abierta y otra cerrada hasta que uno pasa por un mal momento.
Pensemos en alguien que está pasando por un mal momento. Todo el mundo le dirá, entonces: «respira con calma, inspira, espira…». Solo cuando abra bien sus pulmones, deje entrar en ellos el aire fresco y expulse el viciado, volverá a encontrar su centro, su ser propio. Lo mismo sucede en muchos de nuestros momentos difíciles: o bien dejamos entrar con calma el dolor y lo vamos haciendo propio y, a lo más profundo y mejor que hay en nosotros, le dejamos dar una respuesta, o bien nos crispamos, rechazamos con dureza lo que vemos y damos rienda suelta al rencor, al odio y a la violencia. Juan da nombre a esta respuesta de lo mejor de nosotros: el Espíritu Santo o Ayudante gracias al cual podemos continuar el camino iniciado por Jesús.
Pero volvamos a Nigeria. Tres años tardó en reanudarse el diálogo entre las dos comunidades a través de encuentros que empezaban siempre con una oración -cristiana una, musulmana la otra-. Catalizador de esta reconciliación vino a ser una ONG que ofrecía no solo un apoyo material a la reconstrucción -la perforación de nuevos pozos- sino también la formación necesaria para negociar y arreglar los conflictos y acabar así con el miedo y el odio. Salomón y Dahiru, refugiados durante estos tres años para no ceder al odio, dejaron atrás su aislamiento y volvieron a ser amigos delante de todo el mundo ¿Cómo no ver aquí la mano del Ayudante?
El evangelio de Juan es proclamado el día de Pentecostés. Es una fiesta extraordinaria que celebra la capacidad que ha recibido el mundo de seguir el camino de Jesús. He aquí, pues, nuestra esperanza y nuestro porvenir.
Texto original de André Gilbert y traducido por V.M.P.
Novo artigo de D. Enrique na Revista das Festas Patronais, correspondente ao ano 1972 e que leva por título “LA EXTINCIÓN DEL DOMINIO FEUDAL EN PUENTES” e no que se atopa algo curioso que é un debuxo de como sería a nosa Vila no século XV.
Este debuxo está incluído no seu borrador do libro que temos no Museo Etnográfico e non aparece no libro editado de “HISTORIA DE PUENTES DE GARCÍA RODRÍGUEZ” do ano 1976 e no que si aparece un cadro de D. Raúl Otero Formigo, “de la entrega da altiplanicie del Eume a D. García Rodríguez” e que está baseado neste debuxo.
Con algún erro ao me humilde entender, pois penso que o castelo non sería tan grande e estaría situado máis atrás, pois a rúa San Xoán sería a rúa orixinaria da Vila e no debuxo non aparece; aparecen os ferros na ponte, e son posteriores… e algunha cousiña máis. Mais está logrado, representa o inicio da nosa Vila a carón do río Eume e, na súa orixe, puido moi ben ser algo semellante.
No artigo, D. Enrique, fálanos da extinción do dominio feudal nas Pontes, proporcionándonos detalles da mesma.
ANO 1972 LA EXTINCIÓN DEL DOMINIO FEUDAL EN PUENTES Por D. Enrique Rivera Rouco – Presbítero.
La planicie de Puentes de García Rodríguez ha sido uno de los parajes más preferidos por el hombre prehistórico y por los Celtas, como prueban las abundantes “medoñas” y “castros” en ella existentes.
Asimismo fue objeto de la ambición de los señores feudales y, desde antaño, sigue siendo lugar especialmente elegido por los forasteros para veranear y participar en sus fiestas patronales.
Nada de extraño tienen estos hechos si tenemos en cuenta, por una parte, las características temperamentales de los habitantes,, en que caben destacar: la sencillez y mansedumbre así como la acendrada hospitalidad para con los visitantes, y, por otra, el suave clima atlántico de que disfruta y el paisaje de ensueño que le engalana.
En efecto, la Villa de Puentes levanta la frente en un valle extenso, muy alegre y pintoresco, con frondosas arboledas, tupidos trigales y floridos campos, surcados por el Río Eume y varios arroyos que le saludan y se zambullen en su regazo, formando un bello conjunto, al que contribuyen la risueña perspectiva que ofrecen el antiguo y los modernos caseríos y las aldeas circundantes, resaltando sobre el verde follaje de que está cubierta tan pintoresca campiña; desparramadas en las tres dimensiones del espacio, son como brisa que siempre impulsó las cuerdas de la lira bucólica de nuestros poetas y que infundió los ánimos sensibles.
Llevan en su memoria los aconteceres de muchas centurias; los recuerdos de nuestra antigua nobleza y los episodios de la vida de muchas generaciones (“cada corredoira túa mil segredos ten de amores”) Mas, ante el riesgo de que este pobre trabajo sea excesivamente prolijo, ciñéndonos al enunciado del tema, diremos que nuestro Valle también fue esclavo del feudalismo, de aquel sistema de organización político-social de la Edad Media, de origen germano, al que definieron los historiadores: “la desventura de nueve siglos”, cuna de las sociedades modernas capitalistas, ya que organizó a Europa y determinó su estado durante mucho tiempo y que vino a ser algo así como la servidumbre del pueblo y el decaimiento de la autoridad de los reyes.
Así pues, durante el largo período desde el siglo XIV al XIX, fue Puentes una posesión feudal, perteneciente a la Provincia de Betanzos y que constituía una de las seiscientas cincuenta y seis jurisdicciones o cotos que integraban el antiguo reino gallego.
El señor feudal era la máxima autoridad, un poco contrarrestada por la magistratura municipal, apoyada por los reyes, quienes, al ver menguado su poder con el feudalismo, buscaron como contrapeso la importancia del elemento popular estableciendo la autoridad municipal de los concejos (prolongación de las curias de los romanos y de los “concilium” de los godos); el Concejo de Puentes era presidido por un Alcalde Mayor nombrado directamente por el Rey (de ahí el título de “Constitucional” que lleva nuestro Ayuntamiento), varios Oficiales Menores de gobierno y de Justicia y un Corregidor, normalmente nombrado por el señor feudal; si bien, los cargos de Alcalde y Corregidor estuvieron casi siempre unificados en la misma persona; así, en 1.798, Don Blas Antonio Pita da Veiga, vecino de Gondré, era “Juez y Justicia Ordinaria, Merino y Alcalde de Puentes”.
El local o sede de dichas funciones era el edificio número 1 de la Plaza de la Iglesia (hoy remozado). Centrándonos en el tema, mencionaremos brevemente el número de dueños feudales que hubo de soportar nuestro Pueblo: Fue el primero D. García Rodríguez de Valcárcel, nieto de Nuño de Andrade, quien recibió el citado feudo en 1375, merced del Rey Enrique I, construyó el puente viejo (el de los hierros) y la fortaleza, ante la cual fue apareciendo la primitiva Villa y la nave mayor de la actual Iglesia (construida en 14441).
Nos referimos a su principal castillo que, ubicado en la finca de Perfolla, dejó de ser habitado a partir del año 1600 y, entrando posteriormente en ruina, fueron utilizadas sus piedras en al construcción de las casas y del campanario de la Iglesia Parroquial.
Hasta el 1420 D. García Rodríguez perdió este feudo y sus fortalezas por orden de Enrique III, quien lo permutó al Sr. Andrade a cambio de unos barcos que necesitaba y que no tenía el García.
Era D. Fernán Pérez de Andrade familiar de nuestro Sr. Feudal, pero su temible enemigo y rival; inició una poderosa dinastía, con el título de Condes de Andrade y de Villalba, que dominaron nuestra tierra durante un siglo; mas, por el año 1540, como consecuencia de parentescos y falta de sucesión, la Casa de Andrade pasó a la de Lemos; desde entonces hasta finales del siglo XVIII nuestra Villa dependió del Señorío de Lemos, el principal condado de Galicia.
Nació dicho condado en 1366 al recibir tal título el Sr. Hernán Ruíz de Castro (siendo ya Conde de Trastamara), a quien sucedieron: Rodrigo de Castro Osorio, Fernando Ruíz de Castro; etc. hasta Ginés de Castro, que murió sin sucesión a fines del siglo XVIII, disolviéndose también este gran Condado.
Eran estos Condes, al mismo tiempo, Virreyes en el extranjero, por eso el escudo de Puentes ostenta una corona de virrey sobre el conjunto formado por los dos antiguos puentes y el castillo.
Durante el largo mandato, de dos siglos y medio, que sobre nuestro pueblo ejerció la Casa de Lemos, nuestros antepasados cotizaban una renta anual, bastante elevada en aquel entonces; más de cien reales, en total, y sufrieron la opresión y menosprecio típicos del feudalismo. Al desmoronarse la Casa de Lemos se inicia la terminación del dominio feudal en Puentes (objeto de este trabajo y que trataremos más detalladamente).
La falta de sucesión obligó a este Condado a fusionarse con el Ducado de Alba de Tormes, cuyos duques son procedentes de D. Fernando Álvarez de Toledo, quien recibiera tal título, en 1439, por gracia de D. Juan II.
Por esas fechas (finales del sigo XVIII) era duquesa de Alba Dª María del Pilar de Silva (la 13ª Duquesa); no dejó descendencia, por eso le sucedió, en 1802, su sobrino D. Carlos Miguel Stuart Fitz James Silva Álvarez de Toledo, Duque de Berwick y Liria, unificándose los tres ducados hasta la fecha, en que ostenta dicho título D. Luís Martínez de Irujo Artacoz, Presidente del Instituto de España.
El Valle de Puentes fue divido en dos posesiones: una correspondiente a los sobrinos de la última Condesa de Lemos (Ginés de Castro) y la otra cayó en poder de la Casa de Alba, representadas aquí por los Sres. de Cora, siendo dominado desde entonces (1775) nuestro pueblo mediante los dos célebres “Vínculos”: el Vínculo de Castro (de Lemos) y el Vínculo de Cora (de Alba), (vínculo = conjunto de bienes, sujetos al perpétuo dominio de una familia).
Las posesiones del Vínculo de Castro ocupaban toda la parte N. E. de Puentes: desde el Caneiro al Chamoselo; comprendían cinco lugares: los dos de La Cuíña (trabajados por José Barro y Benita Ferreiro), el de Narón (por Gaspar Blanco), el de Los Chaos (por Antonio Rivera) y el de La Costa (por Luis Rivera).
Casi todo el resto del Valle pertenecía al otro Vínculo; decían los antepasados que “las cuatro salidas de Puentes eran de Cora”; comprendía los lugares de: Tras do Rego, Chamoselo, Cortes, el de Casimiro da Balsa, el del Fidalgo de Tras del Puente y el del Campo (este último ocupaba toda la parte nueva de la actual Villa, el Barreiro, Perfolla, el Poblado, etc. y tenía por casa la actual número 19 de la Calle Menéndez Pelayo, única entonces en aquel contorno).
Se hallaban intercaladas unas pequeñas colonias del Terrateniente D. Joaquín Romero, dueño de Gondré y de la mitad del Freijo; tales posesiones eran los lugares de Pena do Golpe (Loureiros), Casanova y la finca hoy llamada de “Canta la rana”, en Tras del Puente, esta última, que entonces denominaban “Obra Pía”, estaba destinada a sostener el pequeño hospital en aquellos tiempos existente en la plaza de su nombre (hoy de Cervantes).
La parte occidental de la planicie era un espeso bosque, en el que nuestros terratenientes solo cultivaron una zona del Portorroibo, que dependía directamente de la Esposa del Conde y que por eso la denominaban “Varosa” o finca de la Varonesa.
Dicho sea de paso que la aldea de Vilavella no fue parte del feudo, por existir como propiedad particular cuando D. García Rodríguez tomo posesión. Dicha aldea es, por tanto, muy antigua; de ahí su nombre. La Iglesia que posee, de líneas románicas, denota mayor antigüedad que la de Puentes.
Asimismo también era del dominio particular la finca de la Iglesia, que procediendo de una antiquísima fundación, hallábase ubicada en la zona del Carmen, con la casa y Capilla propias y comprendía un amplio polígono (desde el Grupo Calvo Sotelo al riachuelo “Rego do Campo”, de más de cuatro hectáreas hasta la “desamortización” de Mendizábal en que fue usurpada.
Así estaba constituida en Puentes la denominación feudal en su última época, cuya decadencia se verificó en tres etapas o sucesivas efemérides que determinaron su extinción:
a) – El aforamiento de los vínculos, en 1828,
B) – Las transacciones de los mismos, a finales del siglo, y
c) – La redención de los “foros” en 1927.
Constituyó, por tanto, el primer golpe contra la opresión feudal la Real Orden de Fernando VII, en que obligaba a aforar todos los “vínculos” y “mayorazgos”. Consistía esta operación en ceder perpetuamente al inquilino el “dominio útil” de la propiedad, gravado por un canon foral, quedándose el terrateniente con el “dominio directo” y también con el derecho de percibir el canon y el derecho de “laudemio”, en virtud del cual, si el inquilino deseare vender su dominio útil, tendría preferencia el Señor, al que debían avisar con dos meses de antelación, y, no queriendo comprar, percibiría la décima parte; todo ello so pena de volver a constituirse en dueño absoluto.
Desde entonces los lugares de Puentes se llamaron “foros” en vez de “colonias”, como les denominaban anteriormente. Las propiedades del Vínculo de Castro fueron aforadas por el dueño, D. Joaquín de Castro, el 6 de Marzo de 1828, ante el escribano lucense, D. Antonio Estévez.
El canon foral que hubieron de pagar anualmente desde entonces cada uno de los inquilinos constaba de cuatrocientos reales, un carnero (valorado en cuarenta y ocho reales) y seis libras de manteca (valoradas en otros cuarenta y ocho reales).
En la misma fecha fue aforado el otro Vínculo y en análogas condiciones, por el dueño, D. Esteban Cora. Estos dominios o usufructos fueron inscritos, unos años después, en el Registro de la Propiedad de Ortigueira, en el tomo 60, libro IV correspondiente al Ayuntamiento de Puentes.
Con profunda satisfacción nuestros antepasados se sintieron dueños de algo y con alguna personalidad, ya que hasta entonces solo fueran esclavos servidores.
Hacia finales del siglo XIX, hallándose nuestros terratenientes aquejados por problemas económicos, decidieron enajenar sus posesiones de Puentes. El Vínculo de Castro fue comprado por D. Antonio Castro Pérez, vecino de Castro de Rey (Lugo) y el Vínculo de Cora lo compró D. Sergio Rivera Chao, vecino de Puentes, en el Lugar del Campo. El primero siguió el sistema de arrendamiento foral, pero con mayor benignidad y humanismo que los anteriores. D. Sergio Rivera, “el hombre rico de la comarca”, explotó y benefició sus amplias propiedades del lugar del Campo, para lo que contrató los vecinos de Puentes, a quienes pagaba buenos jornales, con él experimentó el Pueblo de Puentes un amo vecino, justo y amable.
En la primera década de nuestro siglo, D. Sergio compró las minas de hierro de Villaodrid, uno de los principales criaderos de España que llegó a producir trescientas mil toneladas anuales, para cuya explotación fue vendiendo su gran propiedad de Puentes pasando ésta a los vecinos compradores, finalizando así el dominio feudal del Vínculo de Alba.
Se comenzaron a construir entonces las casas de la Avda. del Generalísimo y de la Calle Magdalena (antes solo existían las tres antiguas calles del Pueblo viejo y unas muy pocas casas en al Calle de José Antonio).
Quedaba como resabio del feudalismo, el otro Vínculo (el de Castro), con sus cinco lugares, que feneció en 1927 con el decreto del Jefe del Gobierno, D. Miguel Primo de Rivera, en que obligó a redimir los “foros” a favor de los inquilinos, por precio de tasa (el cuatro y medio por cien del valor estimado pro la Comisión Provincial). Con ello, los colonos pasaron a ser propietarios de una vez para siempre.
Así pues, el 13 de Julio de 1927, la entonces propietaria del mencionado Vínculo, Dª Consuelo Castro Penabad, vecina de Castro de Rey, efectuó la redención ante el Notario Lic. D. José Diez del Corral y Bravo, de Lugo, percibiendo la indemnización legal que importó por cada lugar 2.755,55 pts., con lo cual se extinguió definitivamente la dominación feudal en nuestro Pueblo.
Tal ha sido, en síntesis, la trayectoria del feudalismo en nuestra amada tierra y su decaimiento en fecha no lejana.
Puentes posee, por tanto, detrás del gran auge e industrialización actuales, una brillante historia de paz y valores humanos con su Nobleza y servicio a los Reyes.
Es hoy un pueblo próspero y floreciente, si bien heterogéneo debido a la creciente inmigración de los últimos años; mas no por eso pierde sus virtudes hospitalarias; sigue siendo el Pueblo humilde y pacífico donde la Naturaleza vistió sus mejores galas.
¡¡¡Viva Puentes!!!
Texto e imaxe aportada por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes
Na Revista das Festas Patronais do ano 1975, atopámonos cun artigo de D. Enrique relacionado, en certo xeito, co publicado a pasada semana que se lembran levaba por título A CRISIS DO ENTORNO RURAL DAS PONTES. Este de hoxe é ACTUALIDAD DEL AGRO DE LA COMARCA DE PUENTES e nel, D. Enrique, primeiro fai un análise das características climáticas e do chan pontés, para logo analizar a situación do noso agro e aportar algunhas posibles solucións.
D. Enrique nacera no seo dunha familia labrega e sabía o que era o traballo no campo, coñecía o esforzo que había que facer para obter unha colleita, sabía en que condicións se traballaba, coñecía a terra, sabía que produtos podía dar e sabía, tamén, que os sacrificios eran moitos para obter ben pouco. Era unha vida de subsistencia, sen beneficios, a do labrego pois os métodos de produción seguían a ser os de toda a vida, sen modernizar.
Ano 1975
ACTUALIDAD DEL AGRO DE LA COMARCA DE PUENTES
Por D. Enrique Rivera Rouco
Paralelamente al auge industrial de nuestra Villa contrasta el desnivel económico y humano del restante Municipio, que vive pobremente a pesar de ser una zona rural rica en las condiciones naturales de que está dotada; alcanza la extensión de 153 km. cuadrados de territorio que, aunque accidentado en su mayor parte, posee óptimas aptitudes ganaderas y agrícolas, pues se trata de un suelo idóneo para rendimientos satisfactorios si se usaran métodos apropiados de producción.
Su clima es templado; alcanza en Enero 21º de temperatura máxima y 1º de mínima; y, en Julio, 37º de máxima y 1/5º de mínima. La presión atmosférica suele ser del orden de 739,7 mm. Hg. máxima y 708,2 mm. Hg. mínima.
Lo fertilizan superabundancia de manantiales, a la par de las frecuentes lluvias (acostumbra a llover un promedio de 13 días en Enero, 16 en Marzo, 6 en Julio y 16 en Diciembre).
El suelo en sí, aunque poco humificante es ácido y depara un rendimiento de primer orden tratándolo con compuestos de Potasio y Fósforo. Son altamente fértiles los valles, como los de Merlán y Sucadío en El Freijo; Calvela en San Mamed; Gondré, Veiga y los alrededores de la Villa en Puentes; etc.
Formados por sedimentación, contienen el 8% de materia orgánica, el 3,6% de carbono, notable cantidad de arena y pequeñas porciones de grava, y son útiles para toda clase de cultivos. La parte montañosa es de origen volcánico; en su constitución abundan la grava, el limo y la arcilla.
Al estar entretejidas de manantiales, las montañas de Puentes forman un sector eminentemente ganadero y, de hecho, alimentaban, en años atrás, muchos miles de cabezas de ganado caballar, vacuno y lanar, cuya riqueza fue cortada de raíz por el Patrimonio Forestal que, al prohibir el pastoreo, hirió de muerte la débil economía de nuestros paisanos, principalmente en El Freijo, Deveso y San Mamed.
Más, paradójicamente, y volviendo al comienzo del tema, sobre esta tierra adornada de buenos recursos naturales continúa languideciendo el pobre labrador, en viviendas carentes de los medios más elementales (incluso sin luz eléctrica), cultivando unas parcelas cada vez más exiguas y con métodos trasnochados.
En las eras ya no destacan airosas las “medas” de trigo, ni la finca del lugar exhibe su riqueza de patatas, ni enseñorean la casa los huertos de tubérculos y hortalizas, ni retozan las reses en la cercana vertiente…
Los jóvenes han emigrado y los mayores malviven hundidos en la soledad y aislamiento no solo físico sino mental. ¿A qué se debe esta sombría situación de nuestro agro? El campesino de Puentes comparte la suerte de los restantes agricultores gallegos; el área rural gallega sufre creciente decadencia y las causas son las mismas para toda la Región.
Esta agonía ha aumentado intensamente en las últimas décadas, en que el joven gallego se le presenta con facilidad un único (aunque lamentable) medio de mejorar su suerte: la emigración.
Pero la pregunta sigue en pie: ¿Por qué éstos males en Galicia? Para comprenderlo debidamente sería preciso repasar la historia de nuestro pasado desde los comienzos del régimen feudal el pueblo gallego fue constantemente vejado por la nobleza y por la Corte Castellana.
Una sucesiva y copiosa acumulación de traumas fue gravitando sobre nuestros antepasados hasta acarrear la decadencia de la Región.
Desde tiempos tan remotos Galicia cayó en la postración, sin que hubiera desde entonces a la fecha ayuda para levantarla. Es natural que, con tanta incomprensión y desamparo, el viejo Reino de Galicia se fuese replegando sobre sí mismo, reconociéndose en los achaques psicosociales de la desconfianza y el “trasacordo” No ha de extrañar pues la deserción continua de braceros agrícolas, dejando carta blanca al tojo para que invada su fértil solar.
Es la emigración la sangría de nuestra tierra, mal pretérito y presente; antes, a la siega de Castilla, a Cuba y Méjico; actualmente -y en muy mayor escala- a Inglaterra, Suiza, Francia y a centros industriales dela Península. Nadie podrá pensar que el gallego emigra por gusto.
El alma gallega, apegada al “terruño”, no es ansiosa de caminos en la tierra ni de estelas en la mar si la miseria y opresión no le obligaran.
El Cancionero Popular es elocuente; en él pueden verse glosadas “as estreituras da vida” y los malos tratos recibidos por el “labrego”, viéndose obligado a ser introvertido y desconfiado.
¿Qué reformas debe haber y debiera haber habido ya? Los Sociólogos y Economistas son los autorizados para hablar. Podemos, no obstante, alegar algunos datos que saltan a la vista, incluso de quienes no estamos versados en estas materias.
En vez de la extraversión del ahorro gallego, de la alineación del capital y de la incumplida misión de los Bancos de Fomento, debieran ocurrir la modernización del agro, con la consiguiente concesión de créditos y subvenciones, organización de cooperativas, exterminación del aparcelamiento y minifundio, garantía de demandas de productos. Implantación de industrias, mejoras de vivienda, etc. Todo lo que vinieron disfrutando en mayor escala las demás Regiones Españolas.
Texto e fotografía aportado por Xose María Ferro, Director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes.
Una anécdota reciente me ha sorprendido gratamente. Mi pequeña Carlota se encontraba con nosotros en cierto evento al que habían acudido también otros niños con sus padres. Mientras que la mayoría de aquellos niños seguían pegados a sus padres, intimidados por cuanto estaba sucediendo a su alrededor, nuestra pequeña Carlota correteaba de aquí para allá alegre y feliz, buscando compañeros de juego ¿Dónde había encontrado ella la confianza que le permitía enfrentarse con desconocidos? ¿Y por qué los demás niños estaban intimidados? Carlota era una niña tímida pero adoraba a su abuela, que la cuidaba durante el día, le preparaba la comida, la entretenía y mimaba mientras su madre estaba trabajando. Fue seguramente esta convivencia amorosa con su abuela la que le inspiró una confianza esencial en la vida. Los demás niños, en cambio, criados en las guarderías, al verse entre desconocidos, revivieron el miedo a la separación que la guardería había dejado en ellos.
Presencia, confianza, separación y miedo forman parte de nuestra vida y son esenciales para comprender el evangelio de Marcos.
Empecemos despejando ciertos obstáculos que nos impiden entender el evangelio. Los biblistas coinciden unánimes en que la conclusión del evangelio marcano no es obra de Marcos, esto es, del mismo autor que da su nombre al evangelio. El vocabulario y el estilo de esta parte conclusiva son diferentes del resto. Además, los versículos 10-20 tejen un texto que toma prestados muchos elementos a Lucas, a su evangelio -alusión a los discípulos de Emaús- y a los Hechos de los apóstoles -los apóstoles imponen las manos a la gente para curarla, Pablo se deja morder por una víbora sin sufrir daño alguno- . Debió de parecer, tal vez, inaceptable que el evangelio terminase con unas mujeres llenas de miedo ante la tumba vacía. Había que buscar otro final mejor. Ahora bien, ¿por qué recordar ahora todo esto? Para no caer en la tentación de contemplar la escena evangélica como un relato cinematográfico de hechos que fueron sucediendo uno tras otro. Si caemos en esta tentación el evangelio pierde, ante nosotros, todo su sentido.
Vayamos a lo esencial. Se nos comunica un mensaje de Jesús que nos invita a difundir por todo el mundo la Buena Nueva que Él mismo se ha pasado la vida proclamando, con la seguridad de que acogerla en la fe será liberador, es decir, permitirá acabar con el mal y con las barreras sociales, hasta el punto de que la enfermedad y la muerte ya no tendrán poder alguno sobre el creyente. Luego se nos dirá simplemente que Jesús va a estar ausente en adelante porque ha pasado al mundo de Dios para compartir sus prerrogativas. Por su parte, los discípulos han respondido a la llamada misional y han visto realizada la consoladora promesa de Jesús.
¿Cuál es la llave que permite descubrir el sentido profundo de este relato?: la fe. De hecho, las escenas precedentes insisten en la incredulidad de los discípulos que se niegan a creer el anuncio de María Magdalena o el de los dos discípulos por el camino, hasta que Jesús les sale al encuentro y les reprocha su incredulidad, antes de enviarlos a la misión. Ahora bien, cuando hablamos de fe, ¿de qué estamos hablando, en realidad?
Conservo en mi memoria el recuerdo de un santo varón, sacerdote en la Sociedad misionera de los santos apóstoles, que, sin ser en absoluto un intelectual, cursó estudios teológicos a edad avanzada. Los exámenes eran una tortura para él. Una tarde, víspera de examen al día siguiente, se puso a rezar preguntándose cómo podría aprobar una materia que le resultaba tan difícil: «Señor, yo sé que tú me amas y me has llamado a ser sacerdote. Mira mis dificultades. Ven en mi ayuda. Necesito un 60 % para aprobar. Si lo consigo, ni más ni menos, sabré que ha sido tu aprobado, no el mío». El sacerdote aprobó el examen con su 60 %. Lo que quiero destacar de esta historia es el sentimiento de aquel hombre, que se sabía amado y sostenido. Gracias a él se puso a rezar con la confianza de que le iba a ir bien en el examen. La fe brota en la experiencia de un amor incondicional. Empieza normalmente en casa y alcanza dimensiones insospechadas cuando se abre al amor infinito que está en el origen del universo. Lo vemos en los evangelios, que asocian el bautismo de Jesús a su experiencia de sentirse amado por Dios: «Tú eres mi Hijo, el predilecto». Es lo que viene a decir, en definitiva, el creyente: «yo soy alguien valioso y querido, no estoy solo y sí embarcado en una aventura que me supera. Poco importan las dificultades y sufrimientos: esta aventura tendrá un desenlace venturoso, aunque pase por la muerte». Esta confianza esencial cambia por completo el horizonte: aunque haya crisis dolorosas, rupturas que desgarren las entrañas, clamorosos fracasos que nos dejen perdidos, nunca llegará a desaparecer del todo la sensación de que nada de esto podrá acabar con nosotros y, al final, resucitaremos.
Es un mensaje como éste lo que se pone en boca de Jesús: los creyentes podrán expulsar las pulsiones malignas (demonios) y y frenar el avance del mal en cualquiera de sus formas; los creyentes saldrán de la prisión de su pequeño mundo y se abrirán confiados al universo mundo (hablarán lenguas nuevas); los creyentes sabrán cómo hacer para que sus experiencias de daño y aparente destrucción (serpientes, venenos mortales) no puedan destruirles; los creyentes ejercerán un influjo saludable sobre los demás (los enfermos sanarán). Es la misma fe gracias a la cual la ausencia de Jesús se transforma en una presencia nueva, la Ascensión: Jesús comparte a partir de ahora las prerrogativas de Dios y nosotros podemos así percibir su presencia de una manera nueva.
Este relato forma parte de la liturgia de la Ascensión, que se celebra cuarenta días después de Pascua ¿Necesita Jesús cuarenta días para alcanzar el mundo de Dios? Desde luego que no. Su muerte y su tránsito hacia la dimensión divina son probablemente una sola y misma cosa ¿Por qué hablar, entonces, de cuarenta días? Con este número simbólico se sugiere el tiempo que necesitamos para abrirnos a la fe, como los cuarenta años en el desierto que necesitaron los israelitas para alcanzar la tierra prometida. Cuando dejamos que la fe guíe nuestra vida renacemos a una vida nueva, ya no hablamos de la Ascensión de Jesús sino de la nuestra y caminamos confiados como Carlota ¿Estamos dispuestos a embarcarnos en esta aventura?
Texto original de André Gilbert y traducido por V.M.P.
As Pontes nos anos 70 comezou a sufrir un cambio nas súas actividade económica e social moi fortes e que repercutiron moito na vida de moitos ponteses. Ata os anos 70 a vida dos ponteses era, por un lado, labrega e, por outra, industrial (Empresa Nacional Calvo Sotelo), pero conxugándose, pois había moita xente que ademais de traballar na Empresa cultivaba a terra e coidaba o gando.
Malla na Vilavella anos 40-50, na casa dos Armeiros da Vilavella.
A partir dos anos 70, coa chegada de ENDESA, o troco na vida dos ponteses vai a ser moi forte, pois os bos soldos, as expropiacións, os cambios de lugar de residencia (pasando moita xente de vivir no rural a vivir no pobo)… van dar lugar a unha volta completa na vida da maioría dos ponteses.
D. Enrique, coma todos os ponteses que vivimos aquela época, decátase destes trocos e así o expresa neste artigo da Revista das Festas Patronais do ano 1979.
A CRISIS DO ENTORNO RURAL DAS PONTES
A entusiasta Comisión das Festas do Carme pregoume a aportación dunhas verbas para Revista Informativa.
E, igual que noutras ocasións, vou intentar cumprir o encargo dentro da angostura das miñas limitacións de todo tipo. Desta vez, facendo unha reflexión encol da vida decadente das nosas aldeas, e partindo da simple observación, a través dos últimos lustros, queda suficiente base para calcular a devandita ruína do agro.
A agonía do campo é un feito palpitante. Quen cotexe as estadísticas de fai vinte anos e da data actual descubrirá un panorama aterrador: na Freguesía das Pontes quedaron valeiras nestas dúas décadas, un total de trinta e catro casas, nos Barrios de Mariñaleda, A Da, Carballal, Forxa, Meda, Bacariza, Caneiro, Vilarbó, Marraxón, Pereiras, Fragachá, Gondré e Veiga. E as restantes cinco Parroquias diste Axuntamento sufriron unha ausencia aínda maior dos seus veciños.
As casas que seguen habitadas padecen a diminución da metade dos seus moradores, principalmente dos mozos, que buscan traballo noutras partes. En consecuencia a diminución de cultivo e da produción é alarmante, e as condicións económicas das familias que quedan non poden ser máis precarias. Para velo con claridade débense comparar os datos de produción dos últimos decenios.
Emporiso permítame, estimado lector, que che aporte un fardo de cifras significativas, que se cadra non coñecías, polo menos tan ben coma os que de cote andamos polas aldeas e falamos cos seus moradores. Fai vinte anos a media de cultivo dos labregos da comarca das Pontes era a seguinte: A trigo 82 áreas (15 ferrados); outras tantas a centeo; 20 a aveas; para maínzo (de comer e forraxeiro) 50 áreas; 70 a patacas e 40 a hortalizas. A produción era da orde de 1000 kg. de trigo; outros tantos de centeo; 250 kg. de aveas; 800 de maínzo en gran; 10.000 kg. de patacas; hortalizas suficientes para o ano; ademais certa cantidade de fabas, chícharos, melóns, etc.
Cada casa era posuidora de 10 ou 15 vacas; unas 25 ovellas, 3 ou 4 porcos; unas galiñas; un bo número de conexos…
Esta propiedade permitíalles vender na Feira cada ano sobre 6 becerros; 20 años; carne de porco; manteiga; queixos; la; ovos e conexos; salvando así folgadamente os gastos da casa.
Na data actual os colleiteiros máis fortes veñen cultivando 40 áreas de trigo; 20 a centeo; 8 a aveas (só algúns); 20 a maínzo; 50 a patacas e 20 a hortalizas; do que recollen: 500 kg. de trigo, 250 de centeo, 100 de aveas, 500 de maínzo, 7.000 de patacas e hortalizas insuficientes para o ano. Teñen de 3 a 5 vacas; sobre 10 ovellas (só algunhas casas); 1 ou 2 porcos; sobre 8 galiñas; algún conexo… a venta de 2 becerros (a 20.000pts. cada un) e de algúns litros de leite. Apenas si se venden xa queixo nin ovos, nin ningún outro produto.
Mais, ante a esta corta produción están os seguintes gastos inevitables; uns 16 sacos de abono (5.600pts.); patacas novas para plantar (12.000pts.); col en tallo e semente de nabos (1.500pts.); uns 60 sacos de penso (50.000pts.); por mantenza dos veciños que axudan (40.000pts.); a contribución, por termo medio, de unhas 15.000pts., etc.
Por outra banda, cada familia ten o gasto de adquirir os elementos que non produce a aldea como: aceite, azucre, café, arroz, bacallau, etc.; a roupa e o calzado que, sen abusar de luxos, arrima ás 60.000pts. anuais; e completar (mercando nos supermercados) os alimentos normais dende que se lle termina o colleitado.
En vista de todo o exposto diría calquera economista: “que se pechen eses negocios, pois a partida dos gastos supera en moito á partida dos ingresos”. Como, entón, sobreviven esas familias? Algunhas co apoio do subsidio da vellez; outras co soldo dun familiar que acadou algún emprego, e en xeral todas elas, malvivindo (anque aínda haxa quen non o crea).
Moi poucas vivendas gozaron dalgún renovado ou mellora; a maioría conserva a estrutura primitiva inhóspita e antihixiénica, cos gandos no seu interior e sen os servicios máis elementais.
O éxodo dos nonos mozos braceiros, e aínda de familias enteiras, está encamiñado as industrias dos pobos de cerca; hai tamén un bo número noutras rexións e tamén no estranxeiro.
As motivacións parten, na maioría dos casos, das condicións infrahumanas que as aldeas seguen tendo; e tamén hai casos (por que non dicilo) nos que é debido a febre de empregarse na industria, “porque alí gáñanse os cartos traballando pouco”, deixando abandonadas propiedades xeitosas para explotacións rendibles.
As consecuencias deste fenómeno de deserción agrícola son obviamente fatais: xa prescindindo da perda dunha riqueza básica para o sostemento do país, fixémonos no desastre humano; pobres vellos sumidos no illamento e soidade da aldea: familias desarraigadas, metidas de súpeto en ambientes onde non se integran; traumas psicolóxicos que para sempre lles marcan o subconsciente; as crisis entre mozos e maiores dende o momento en que o mozo descubre o ambiente da vila ou de cidade cunha mentalidade moderna que esixe o exercicio da propia responsabilidade e liberdade, pero onde a miúdo acontece que, pola falta de formación e madurez máis que adaptarse o que fan é lanzarse demasiado, co conseguinte desgusto dos pais que prevén os fillos envoltos nunha ola de aberración e extravío…
Que reformas debe haber (que xa deberan estar feitas)? Por suposto é preciso contar con que os Gobernos comecen a preocuparse por nós, polo menos impedindo a extraversión do aforro e alimentación do capital galego, así como procurando axudas, fomentando a asociación dos labregos paro o cultivo en común, deixándolle ao traballador o dominio da comercialización dos seus produtos con garantía dos prezos, etc.
Empezarían entón a ser beneficiados os agricultores, e indirectamente toda a poboación galega.
Maio de 1.979
Enrique Rivera Rouco
Texto e fotografías aportados por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes
La vida está hecha de contrastes. Basta, como ejemplo, el conflicto palestino-israelí: empezó hace más de tres mil años y se ha reavivado hace sesenta, sin que nadie sea capaz, por ahora, de predecir su fin. A una escala mucho más reducida y próxima a nosotros, podemos fijarnos en los niños que han sufrido maltrato severo o abandono: viven traumatizados y angustiados por el miedo a ser rechazados.
Es el caso del pequeño Simón, que ha sido noticia en algunos medios: su madre soltera, incapaz de hacerse cargo de él, lo llevó a un centro de menores donde se pasaba las horas bajo la mesa de la cocina, enrabietado, chillando y escupiendo. Una educadora, con paciencia de ángel, consiguió iniciar con él una cierta relación de confianza. Después vino algo no menos difícil: encontrar una familia de acogida. Cuando uno piensa con lucidez en todas las dimensiones de la vida, ¿cómo interpretar aquel pasaje de Juan que suena a canción de amor de otro mundo?
Para acercarnos a las palabras de Jesús cuando habla de su Padre y de su relación con nosotros, he imaginado la escena siguiente: un padre o una madre, consciente de que su fin está ya próximo, siente la necesidad de reunir a los suyos para dejarles, de alguna manera, su testamento. «Como me han querido mis padres, así también os he querido yo. Mantened vivo el amor que os he dado. Si os comportáis en la vida tal como yo os he enseñado, podréis mantener vivo el amor que os he transmitido. Yo también me comporté en la vida tal como me enseñaron mis padres y pude mantener vivo su amor. Os digo estas cosas para que también vosotros podáis sentir el gozo que a mí me llena: así será completo. Esto es lo que os pido: que aprendáis a quereros unos a otros, como os he querido yo. Nadie da pruebas de un amor más grande como el que se entrega por entero a los suyos. Vosotros seréis mis amigos si hacéis lo que os pido. Fijaos bien en que ya no os llamo hijos, pues un hijo no comparte la vida más íntima de sus padres. Os llamo amigos, porque he podido compartir con vosotros la intimidad vivida con mis propios padres. No sois vosotros los que habéis decidido traerme al mundo, antes bien, soy yo quien he decidido traeros al mundo a vosotros y os he educado para que dejarais un día en los demás un recuerdo duradero, permaneciendo siempre a vuestro lado para echaros una mano en caso de necesidad. Esto es, pues, lo que os pido: aprended a quereros unos a otros».
Este testamento viene a ser, como es fácil de advertir, una paráfrasis del testamento de Jesús. Es precisamente el lenguaje de la relación entre padres e hijos el que emplea Jesús para acercarnos al misterio de Dios. Pero no nos equivoquemos: que la sencillez de las palabras no nos impida enfrentarnos a una realidad difícil de comprender, en la medida que el evangelio de Juan -lo sabemos- no habla solo de Jesús sino también de nosotros mismos y de nuestro mundo ¿Dónde encontrar, pues, este amor que nosotros mismos y nuestro mundo habríamos recibido como un regalo y que seríamos invitados a transmitir como pasa de una mano a otra la antorcha olímpica? ¿Cómo explicar esto al pequeño Simón, huérfano de padre, o a los palestinos en conflicto con los israelíes?
Una vez dijo un padre a su hija: «el día que tengas hijos entenderás todo lo que hemos hecho por ti». En otras palabras: no se llega a comprender de verdad el amor recibido sino hasta que uno mismo lo vive. Así, las personas que han recibido de sus padres todo su amor no comprenden de verdad el amor que han recibido hasta que empiezan a querer a criaturas como el pequeño Simón. Y Simón, a su vez, no conseguirá descubrir el amor que le ha ayudado a ser un hombre hasta que sepa corresponder a ese amor. Por algo necesitamos unos de otros: para descubrir quiénes somos.
Pero hay más. Al proceder así, dice Jesús, nos hacemos amigos suyos, es decir, entramos en el misterio mismo de Dios: «Ya no os llamo siervos o hijos sino amigos…porque ahora compartís mi vida íntima».
Estamos lejos, pues, del amor romántico. Madre Teresa de Calcuta dijo ya: «el amor empieza cuando empieza a doler». El amor que podrá restañar las heridas de palestinos e israelíes dolerá. Es curioso, sin embargo, que este mundo nuestro, donde la Madre Teresa ha trabajado con los más pobres de los pobres, ha sido llamado «ciudad de la alegría». «Os he dicho estas cosas -dijo Jesús- para que sintáis también vosotros el gozo que me llena y este gozo sea así completo». Nuestra es, ahora, la oportunidad.
Texto original de André Gilbert traducido por V.M.P
Hórreo de Saa, desaparecido, especial pola súa substentación sobre chantas
Na revista das festas patronais do ano 1981, D. Enrique publica un artigo moi interesante dende o punto de vista etnográfico e patrimonial, pois fala dos nosos hórreos e dos nosos cruceiros. Pódese dicir que el foi o primeiro en estudar estas dúas mostras da arte popular galega no noso concello.
Persoalmente fixen un estudo tamén deles, un publicado na revista de HUME Nº 2 “OS HÓRREOS NO CONCELLO DE AS PONTES DE GARCÍA RODRÍGUEZ” e outro, sen publicar, “AS CRUCES DE PEDRA NO CONCELLO DE AS PONTES DE GARCÍA RODRÍGUEZ”, no que recollo os cruceiros entre outras cruces.
Parte deste traballo foise publicando nas revistas das festas patronais ao longo dos anos.E o que si afirmo é que temos unhas mostras, tanto de hórreos coma de cruceiros, que debéramos coidar, dar a coñecer e poñelas en valor. Tamén engadir que algúns exemplares que eu estudei no seu día, de hórreos e cruceiros, hoxe xa non están e non poden pasar para o desfrute das vindeiras xeracións, pois perdéronse para sempre.
EL PATRIMONIO ARTÍSTICO DE LA COMARCA DE AS PONTES:
Accediendo a la petición que me plantearon en orden a colaborar en la Revista de la Fiesta Patronal, vayan unas líneas dedicadas al patrimonio artístico de nuestra Comarca, más copioso de lo que sus habitantes creen o conocen.
Sería demasiada materia para un simple artículo intentar el estudio monográfico completo de dicho patrimonio, por lo que, de entre nuestros elementos histórico-artísticos, lo circunscribo a dos: los “hórreos” y los “cruceiros”, dejando consiguientemente sin mencionar los restos de nuestros antepasados prehistóricos y celtas, el puente romano y el medieval de Don García Rodríguez, la bóveda gótica de nuestra Iglesia Parroquial y su importante retablo barroco del siglo XVI, las demás Iglesias y Ermitas de la zona con sus retablos neoclásicos (y algunos de imitación barroca); algunas viviendas muy antiguas con galerías o balcones típicos; objetos de gran antigüedad todavía existentes en las casas, como telares, jarrones, botijos, lámparas, quinqués, monedas, etc., que lamentablemente van desapareciendo por ignorar los dueños el mérito que poseen y por la astucia de los comerciantes anticuarios, auténticos expoliadores de nuestra tierra…
Sin detenerme en más preámbulos paso a describir las antedichas obas meritorias de la zona de As Pontes, con su tipismo peculiar A) “Hórreos”; B) “Cruceiros”.
A) Los “Hórreos” de nuestra Comarca: Perduran alrededor de un centenar de ejemplares antiguos en las Parroquias de nuestro Municipio y en las colindantes de Ribadeume y Bermuy, y, por su formato y dimensiones, representan un modelo peculiar en los diferentes tipos de “hórreo” gallego. Poseen más d un siglo de antigüedad y situados en las eras o “airas de mallar”, sirvieron a nuestros antepasados como almacenes para guardar maíz en espiga, habas, etc. y perpetúan la imitación de los graneros romanos, que solían ser construidos con madera sobre pilares de ladrillo.
Nuestros “hórreos” son de reducidas dimensiones y llevaban antiguamente el nombre de “CABAZOS” (vocablo del Romance Gallego; derivado del latín “cápere”, que significa recoger o reunir provisiones).
Comprenden una superficie aproximada de 1 X 4 metros de base y van sostenidos en las cabezas sobre dos pilares de mampostería protegidos con lajas de pizarra horizontales para impedir la subida de ratones. La estructura de la obra está formada por viguetas y barrotes de roble, pintados con un preparado mediante aceite de linaza y colorante de tono marrón. Esta pequeña nave parte de una base circunscrita por viguetas robustas sobre las que van asentadas las hileras de barrotes verticales que le proporcionan la figura externa y que suelen ser prismas de 5 X 5 centímetros de base por 2 metros de altura. El conjunto está en su interior separado por un tabique que lo divide en dos mitades iguales y dotado con sendas puertas en ambas cabezas, todo ello con el mismo sistema de de barrotes verticales. Termina con una techumbre de pizarra con perpino en cuatro vertientes, que descansa sobre las viguetas de arquitrabe las cuales forman la cornisa sencilla del contorno, variada con los trozos salientes de las “tijeras” del perpino que terminan al exterior en una figura de modillón simple, sin ornamentar.
Este es, a grandes rasgos, el estilo de los antiguos “hórreos” de la Comarca de As Pontes, que paulatinamente van entrando en ruinas, a la par que sus propietarios, ignorantes del mérito histórico-artístico que poseen, no intentan restaurarlos sino más bien substituirlos por otros similares, pero construidos a base de ladrillos, que, si bien cumplen su función práctica, no pueden en manera alguna reemplazar el mérito de los anteriores.
Por curiosidad y anécdota, no puedo menos de consignar en el final de este punto unas frases del historiador cordobés del siglo XVI, Ambrosio de los Morales, que relata en su obra “Crónica General de España”, cuando al ser Cronista delos Reinos de Castilla en el reinado de Felipe II, realizó una jira por Galicia y, quedando sorprendido al ver nuestras pobres viviendas de aldea, escribió: “… y aún a mi no me espantaba en aquella tierra tanto esto, como ver los graneros, que ellos llaman hórreos, fabricados de esta misma obra…”
Cruceiro do Poboado, no seu enclave orixinario da Praza do Hospital, e a carón do palco da música
B) Los “Cruceiros” de nuestra Comarca:
Al igual que los “hórreos” también los “cruceiros” de nuestra Comarca están encuadrados en un estilo propio de esta zona: son aquí abundantes y de gran antigüedad como en toda la Región Gallega.
Nuestros antepasados los erigían en los cruces de caminos con el fin de que transmitieran protección divina a los transeúntes y además porque marcaban una estación para el rezo de un responso cuando ante ellos pasaba la conducción de un cadáver.
Asimismo era situado un “cruceiro” ante las Iglesias y Ermitas como símbolo externo de paternal acogida hacia los devotos que acudieran a ellas, a la vez que determinaban el trayecto de la procesión que en su derredor, se verificaba el día de la fiesta.
Posee nuestra zona dos modelos de “cruceiros”, construidos con piedra de granito: uno sencillo, sin esculturas (o a lo sumo una y sin reverso), con capitel de imitación “Dórica” sobre pilastra octogonal y basamento simple: tales son el de La Coba en Aparral, el de la Iglesia del Deveso, el de “Prada” en El Freijo, otro al lado de la Escuela de la Iglesia del Freijo, el de Veiga de Nata en San Mamed, etc…
Es el segundo modelo un “cruceiro” bien logrado y de indiscutible mérito, abundante aquí; lleva figura escultórica en el anverso y reverso (respectivamente, las imágenes del Crucificado y de la Dolorosa; salvo las dos excepciones que detallamos después), capitel de imitación “Corintia”, con cabezas de ángel en vez de hojas de acanto, mástil en pilastra octogonal ornamentada con bajorrelieves de los instrumentos de la crucifixión (escalera, clavos, tenaza, martillo, espada…) y basamento destacado, mediante piezas cuadrangulares en forma de escalinata, soliendo ostentar la más elevada alguna inscripción con el nombre del fundador y la fecha de su erección y también la concesión, por parte del Obispo de Mondoñedo, de indulgencias a quienes recen ante ellos. Se conservan “cruceiros” de este tipo ante las Iglesias Parroquiales de Vilavella, Ribadeume, Freijo y San Mamed; ante la Iglesia del Poblado y ante las Ermitas del Carmen y Marrajón, en el Parque de “La Fraga” y en El Meidelo.
(Otro que había en el Barrio de “Casilla del Bañal” y conocido por “O Cristo do Grilo” ha sido robado hace tres años y al parecer, se encuentra haoy en un lugar de Ponferrada). Entre todos ellos merecen especial mención los dos siguientes:
1) El “cruceiro” de la “Capilla del Carmen”, el cual representa uno de los pocos modelos existentes en Galicia que exhiben la escultura de la Virgen con el niño en los brazos, en vez de una Dolorosa; detalle que, según Álvaro Cunqueiro, plasma una alegoría hacia la fecundidad de la mujer gallega.
Posee asimismo en la pieza superior de la base bajorrelieves de la Dolorosa uy de la Magdalena, el relato de su fundación que dice “Devoción de D. Fco. Bouza, natural de Grañas del Sor, Año de 1828”, y la concesión decretada por el Obispo de Mondoñedo Dn. Francisco López Borricón, a quien rece ante él tres avemarías y una salve, de cien días de indulgencia (es decir, el mismo mérito que practicando ayuno y penitencia los cien días).
2) El “cruceiro” del Pueblo, hoy situado ante la Iglesia del Poblado, tras haber sido deportado en 1932 al paraje de Las Campeiras sufriendo deterioros en esos trasiegos; es una obra perfecta y más destacada que las restantes de la Comarca; su origen es muy antiguo (acaso del siglo XIV, a juzgar por la influencia gótica que delata su estilo y por los signos heráldicos que presenta).
Tiene capitel de imitación “Corintia” y esculturas del Crucificado y Dolorosa perfectamente logradas y de mayor tamaño que los restantes “cruceiros” de la zona,, basamento elevado con peana disminuida típica de la evolución gótica. Probablemente le falta una segunda pieza superior a éste y ornamentada con toro y ábaco, conforme al orden escultural de entonces.
La columna o mástil que lo eleva ostenta un relieve de la Asunción que es la Patrona titular de esta Parroquia, y una corona real, símbolo de la concesión regia del feudo de As Pontes por Enrique II a Don García Rodríguez.
Carece de otros elementos decorativos que antaño tenía, así como de dos miniaturas de ángeles en los extremos de los brazos, con sendos cálices para recoger la sangre, y que perecieron cuando fue tiroteado con arma de fuego en Las Campeiras, en el año 1936,, por algún fanático ignorante.
Conserva en el extremo de la columna, bajo el capitel, unos importantes signos heráldicos: bifolios de lises (símbolo de la nobleza) y gravillas de trigo (símbolo del Pueblo agricultor).
Desde tiempo inmemorial presidía la entrada de la antigua Villa de As Pontes en el cruce de los principales caminos: el “camino dos arrieros” (antes “dos ártabros”) de Bares a Betanzos y el camino real desde el Convento Jurídico Romano de Lugo a la ría de El Ferrol, hallándose situado en la Plaza del Hospital, al lado del entonces allí existente establecimiento benéfico con dicho fin, frente a la actual finca nº 23 de la Rúa de Galicia, a donde debiera ser reintegrado, ya que injustificadamente fue desplazado de su entorno histórico.
Y después de esta somera exposición de nuestro patrimonio artístico sólo me resta exhortar sobre la necesidad urgente de conservar, lejos de enajenar, las cosas antiguas que aún quedan; por su mérito de antigüedad y por ser legado de nuestros antepasados de feliz memoria.
Enrique Rivera Rouco
Abril de 1981
Texto e fotografías aportadas por Xose María Ferro, director do Museo Etnográfico Monte Caxado de As Pontes
Érase una vez un corredor de bolsa con mucho talento que tenía éxito en sus operaciones financieras. Trabajaba duro para alcanzar sus objetivos. Siempre que viajaba en tren o en avión, se le veía con su portátil o su móvil haciendo consultas o transmitiendo órdenes. Su trabajo le apasionaba y le ocupaba por entero los siete días de la semana. Para la agencia que le había contratado y para sus clientes era el hombre más productivo del mundo. La única nota divergente la ponían su mujer y sus hijos, que no le veían nunca. Al fin acabó pasando lo que tenía que pasar: su mujer le pidió el divorcio y sus hijos dejaron de llamarle «papá». Empezaron a llamarle «señor». El corredor de éxito no había sido un marido ni un padre de éxito.
¿Cómo ser productivo o dar fruto?: he aquí la cuestión planteada en el evangelio de Juan. Hay que tener cuidado y no dejarse «embriagar» por la imagen de la viña y los sarmientos, así como por la de Cristo en nosotros y nosotros en Cristo, que nos fascina por su belleza y la dulce intimidad sugerida en ella, mientras olvidamos la verdadera cuestión: ¿qué significa estar unido a Jesús?
A Jesús yo no lo he visto en la vida. Nadie lo ha visto, en realidad, a no ser un iluminado. Si puedo acercarme a Él es a través de los relatos evangélicos, en la medida que medito sobre ellos asiduamente. También puedo acercarme a Él gracias a aquellos que intentan impregnarse de su pensamiento y de su vida. Me acerca a El todo un esfuerzo intergeneracional para comprender su visión de las cosas y ponerla en práctica. Y me acerca también una fuerza misteriosa que siento dentro de mí: unas veces se llama «sed de amar»; otras, «sed de verdad». Ocurre, en efecto, como en una relación de pareja que aspira a perdurar: tiempos de conflicto y tiempos de silencio se suceden en ella, tiempos de acción y tiempos de intimidad… Algo así le pasa también a todo el que aspira a una relación duradera con Jesús ¿Es suficiente esto, sin embargo, para dar fruto? Parece que no.
«Todo sarmiento que dé fruto mi Padre lo podara para que dé más fruto» ¿Qué significa «podar»? A mí en particular reconozco que la poda no me gusta nada. En el patio de atrás de mi casa tengo unos rosales y una docena de plantas cruzadas de té. Cuando llega el otoño hay que cubrir las plantas de turba de forma que solo queden a la luz unos treinta centímetros en cada una para protegerlas de los fríos invernales. Yo me resisto a cortar sus hermosas ramas, llenas de flores y brotes nuevos. La mayoría de las veces es a mi mujer a quien le toca hacerlo. Es imprescindible para volver a disfrutar de un rosal lozano cuando llegue la primavera ¿Ha visto alguien un tocón de viña en invierno? El noventa por ciento de sus sarmientos han sido cortados. Ahora bien, ¿qué es exactamente una vida que se deja podar?
Desde hace algunos años mi libertad e intimidad se han visto sometidas a una cierta poda. Mi hija y su esposo viven con nosotros: ella sigue estudiando y, dados sus escasos recursos, hemos decidido ayudarles a ambos de este modo. También nosotros, cuando aceptamos vivir en pareja, aceptamos la poda de una parte de nuestra libertad, muy conscientes de que era ésta una condición necesaria para dar fruto abundante. Cuando alguien comparte sus recursos, ¿no está sometiéndose a una cierta poda? Al dejar atrás su vida tranquila en Nazareth, al aceptar que las autoridades religiosas acabaran destruyendo su reputación y al amar hasta pagar el precio de su propia vida, Jesús se ha visto sometido a una poda incesante. Se suele hablar acerca del fruto de su Resurrección sin tener presente que éste ha sido el fruto de una larga poda.
Aceptar la poda, aceptar la pérdida de todo aquello que es, en sí, algo bello, es tan difícil que necesitamos de los demás. Saber que, al final, nos aguarda un fruto abundante no basta. Necesitamos la fuerza del amor, un entorno que nos ayude. «Sin mí no podéis hacer nada», dice Jesús. La tragedia que conmocionó a los habitantes de Toronto cuando una bala perdida, en un intercambio de disparos entre bandas callejeras, mató a una niña inocente, ¿no refleja las consecuencias trágicas de un entorno viciado? Nuestras comunidades cristianas ¿son auténticas y capaces de ayudarnos a hacer este trabajo de poda?
Uno de los frutos más extraordinarios de este trabajo de poda es que nuestro corazón se pone a vibrar al mismo ritmo que el de Jesús, a anhelar lo que Él anhela. Tal como sucede en la vida de una pareja, de forma que Dios nos concede todo lo que le pedimos.
Texto original de André Gilbert traducido por V.M.P