
Quedé impresionado recientemente al leer el testimonio de unos profesores en un liceo de las afueras de París. Me recordó al de los educadores en ciertos colegios públicos de ambientes desfavorecidos. Se tienen que hacer violencia. Durante una hora de clase a duras penas consiguen enseñar quince minutos. Acudir al aula es, para ellos, como entrar en una jaula de leones. No me sorprende, pues, la cantidad de enseñantes que acaban causando baja por depresión. Lo que me sorprende es que sigan queriendo dar clase ¿Por qué? Necesitan su salario, por supuesto. Pero, ¿no habrá nada más? ¿no habrá, en ellos, algo que puede asomarnos al evangelio?
El evangelio nos ofrece dos relatos entramados. El de la mujer que sufre hemorragias es el más importante y explica el resto. Lleva doce años luchando por su salud. Ha gastado en ello todos sus recursos. Sus ganas de vivir, propias de quien no se resigna a una vida menguada en sus posibilidades, son tan fuertes que le ayudan a superar el miedo y salir al encuentro de Jesús, logrando romper el muro que la multitud ha levantado en torno a Él. Según el evangelista, Jesús sintió que salía de él una energía increíble. El texto griego emplea la palabra «dynamis», étimo de palabras como «dinamismo» o «dinamita». Las biblias suelen traducirla por «fuerza», «poder» o «milagro», tal vez. Yo prefiero esta traducción: «energía increíble». Para esta mujer será su segundo nacimiento, el que ella misma tendrá la oportunidad de elegir y preparar. Hablar de energía es una manera de hablar de la fe. No es sino a esta luz cómo podemos acercarnos al segundo relato, el de la curación de la hija de Jairo.
La manera que tiene Marcos de contárnoslo y los símbolos que emplea ponen de manifiesto que está describiendo la situación del creyente. La casa en la que Jesús entra es la Iglesia. Y entran con él, acompañándole, los pilares de la fe, que son Pedro, Santiago y Juan, así como los familiares más íntimos de la niña. Es la fe lo que nos acerca a esta niña. Los incrédulos, los que se burlan de Jesús, no son invitados a entrar. Para describir, según el texto griego, el gesto de Jesús al tomar la mano de la niña y ayudarla a levantarse, se utilizan las mismas palabras que aparecen en el relato de la Resurrección. Y, cuando Jesús manda dar de comer a la niña, no sucede otra cosa que lo que celebramos en la Eucaristía después del Bautismo. Por el bautismo pasamos de la muerte a la vida, resucitamos con Cristo y nos sentamos a la mesa de los creyentes con Él. La clave tanto de este relato como del anterior es la misma: es la increíble energía desplegada por la fe de cada uno lo que hace posible el paso de un universo de muerte hacia una vida plena.

Si hay algo que tuerce el rumbo de los seres humanos es esa percepción de la realidad que la gente llama «destino». Todavía oigo decir a los que se acercaban al féretro de mi cuñada, víctima de un cáncer con apenas treinta y tres años: «era su destino». De ninguna manera. Creer que un destino cualquiera marca el rumbo de nuestra vida o que una situación marcada por la privación o el deterioro es normal no puede ser otra cosa que un camino de muerte. Hace falta, pues, la energía increíble de la fe para luchar contra esta idea de un destino fijado de antemano. Tanto la realidad cotidiana como la que viven los profesores a los que me empecé refiriendo es tan compleja y difícil en ciertos momentos y tan inquietante, a veces, que solo la fe puede liberar la energía vital que nos habita, solo ella puede sacar a la luz los anhelos profundos que llevamos dentro, solo ella ayuda a esperar la salida del sol al otro lado de la montaña. La fe rompe la lógica del destino. En la película sobre la vida de Tina Turner, cantante americana de color, golpeada y maltratada durante años por su marido, podemos ver aquella escena en la que ella, con una serenidad desconcertante, hace frente a las amenazas de su exmarido, pistola en mano: gracias a los consejos y la ayuda de una amiga, entró, de alguna manera, en el mundo…de la fe, nació a sí misma.
Para Tina Turner el budismo fue el camino hacia la fe. A los educadores en ambientes desfavorecidos diversos caminos les han ayudado a descubrir esta energía asombrosa. Para la mujer que padecía hemorragias frecuentes, para Jairo, para mí y para ti, sin duda, es el contacto con Jesús, que ha pasado de la muerte a la vida, el gran descubrimiento ¿Qué nos impedirá llegar hasta el final de esta formidable energía?
Texto original de André Gilbert traducido por V.M.P.