OIR O ESCUCHAR

¿Sabemos escuchar? Estoy oyendo a mi alrededor cada vez más el verbo «escuchar» con el significado de «oír». Y escuchar no es lo mismo que oír. Oír es enterarse de algo. Lo que uno oye llega a sus oídos. Lo oye porque llega. Lo oye sin querer. Se entera uno porque estaba allí donde otro dijo lo que dijo.

Escuchar, en cambio, no es lo mismo que enterarse de algo. Lo que uno ha escuchado no ha llegado a sus oídos. No lo ha escuchado solo por haber llegado a sus oídos. Lo ha escuchado porque él mismo se ha acercado a escuchar, ha acercado el oído. Y, ¿por qué se ha acercado? Porque ha recibido una especie de llamada: por curiosidad o por necesidad. O por una mezcla de las dos. Algo atrae, llama, invita a ser escuchado.

Es lo que dice Jesús acerca de sí mismo: «nadie puede acercarse a mí si el Padre no se lo concede». Nadie puede escuchar a Jesús -nadie puede escuchar a nadie- sin haber recibido el don de una llamada especial. Es la gracia de esta llamada la que nos hace únicos a los seres humanos, únicos en el Hijo único de Dios. Las personas que se escuchan se sienten acogidas tal como son: únicas. Los que no se escuchan se juzgan y pueden acabar haciéndose daño. Nos dice Juan acerca de Jesús que él sabía muy bien quiénes eran los que no creían en él y le acabarían abandonando.

Los que no se escuchan simplemente se oyen. Los que no se acercan se alejan. Pero se alejan no para no hacerse daño sino para juzgarse. Muchos de los que oían a Jesús «murmuraban de él», nos dice el evangelio. Para poder murmurar, criticar o juzgar nos mantenemos a distancia. Para conocer a las personas, en cambio, tenemos que acercarnos a ellas. De lejos o de oídas juzgamos por apariencias. Pero las apariencias -«la carne»‘- «no sirven para nada», sentencia el Nazareno. Criticar es perder el tiempo. De cerca es desde donde conocemos al otro tal como es. No es posible conocer sin escuchar, creer en alguien -en Dios a fortiori- sin acercarse a él hasta descubrir su verdad, la Verdad que brilla en todo lo verdadero y que habla por boca del Hijo de Dios: «las palabras que yo os digo son espíritu y vida».

Texto escrito por V.M.P.

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