POR DONDE TE LLEVE LA VIDA

Dios es luz sin sombra alguna. El mundo, a su vez, luz que deja sombras. Luz que asombra.

La luz de la fe es claridad que envuelve y baña todas las cosas. La claridad no brilla, aclara. El mundo, en cambio, brilla tanto que deslumbra a quien pone en él sus ojos. No aclara nada. No hace falta: hay lo que hay, lo que no se puede no ver porque está a la vista. El mundo presta -o resta- su brillo a cuanto lo necesita.

¿Qué pasa, entonces, con lo que no necesita brillar? Lo que no necesita destacar, ser importante, queda en la sombra. La sombra es su lugar propio: allí donde no llega la luz de este mundo. Dice el Papa Francisco:

«no importa saber que Jesús fue grande en la historia: importa el lugar que yo le doy en mi vida».

No importa, pues, lo importante. Lo que brilla -la grandeza de Jesús en la historia- no es lo que importa. Lo que importa no es importante: ¡paradoja cabal! El lugar «que yo le doy a Jesús en mi vida» no es importante. No necesita serlo. No necesita destacar o brillar con la luz de este mundo. Su lugar es la sombra: allí donde no llega la luz de este mundo.

Pero, ¿por qué hablar de un lugar y de mí o de ti? ¿Por qué el Santo Padre piensa en aquel lugar que tú o yo podemos dar a Jesús? ¿Es siquiera posible dar un lugar a quien no cabe en ninguno pues su propia grandeza llena, si cabe, la historia entera? ¿Necesita un lugar el que todo lo llena?

Lo necesita, en efecto. Jesús le dice a Pedro, que le ha reconocido como el Cristo, aquellas palabras inauditas para el propio Pedro, para todos sus discípulos de ayer y de hoy, para ti y para mí:

«es necesario que el Hijo del hombre pase por muchas cosas…».

Pedro no puede creer que el Cristo, el último y definitivo enviado de Dios a Israel, tenga que pasar por cosas como el rechazo de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas así como la misma muerte violenta ¿Quién de nosotros se imagina por lo que puede llegar a pasar en la vida o por lo que pueden llegar a pasar sus seres queridos? Todos tenemos una idea acerca de a dónde queremos ir en la vida pero ¿sabemos por dónde nos puede llevar? Necesitamos un lugar para ella, para que, nos lleve por donde nos lleve, nos encuentre alerta. Más que saber lo grande que fue Jesús en la historia, lo que importa es «el lugar que yo le doy en mi vida…».

La luz de este mundo llega donde llega, asombrosa y espléndida. Más allá de ilusiones y proyectos, que brillan como lo más importante en nuestras vidas, se encuentra ese lugar sombrío por donde ni Pedro ni sus discípulos de ayer y de hoy se imaginan tener que pasar siguiendo a Cristo.

«Para ir a donde no sabes has de ir por donde no sabes…», enseña San Juan de la Cruz.

Dar lugar en la vida a Jesús, en palabras de Francisco, ¿no es cuidar del que encuentro a mi lado cada vez que paso en la vida por donde nunca hubiera creído tener que pasar? La luz de la fe no brilla, aclara solo ese lugar donde el brillo no llega – no necesita llegar- y la sombra queda…

Texto escrito por V.M.P.

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