¿QUIEN SOY YO?

Versión audio de «¿Quien soy yo?

Hay preguntas en la vida que han caído en el olvido. Otras las sepultaron allí. Es el caso, ante todo, de la pregunta por quién soy. Quedó sepultada por otra, mucho más habitual: la pregunta por lo que soy. Lo que soy, lo que he llegado a ser en la vida, es una pregunta de respuesta fácil.

Ser algo en la vida es coincidir, más o menos, con lo que otros esperan de mí. Basta con apropiarme el nombre común de aquello que todo el mundo reconoce como algo útil o importante. Somos lo que otros esperan que seamos. Lo que otros han sido, son o serán.


El problema se presenta cuando uno coincide, poco o nada, con lo que otros esperan de él. Puede ser que quiera pero no pueda coincidir. Y puede ser también que no quiera. Que, por fidelidad a sí mismo -a quien realmente es- no quiera ser lo que no es. A veces, no es posible sepultar en el olvido la pregunta por quiénes somos.

Es eso exactamente lo que le sucedió a Juan el Bautista. La gente esperaba de él que fuera el Mesías. Necesitaba un Mesías y todos se empezaron a preguntar «en sus corazones…

…si él no sería el Mesías»



Es muy duro no ser, no poder o no querer ser, lo que los demás esperan de uno. Pero Juan era un hombre duro, tenaz, según nos cuenta el evangelio. No duro con los demás tanto como consigo mismo. Era un asceta, un predicador en el desierto, alguien en quien los monjes de todos los tiempos se han mirado como en un espejo. Pudiendo pasar por lo que la gente esperaba de él, no lo hizo. Ni pudo ni quiso ser el Mesías.

Pero no ser aquello que esperan de nosotros ¿es no ser nada? ¿no valer para nada? Juan predicó en el desierto -en mitad de la nada- a gentes que venían de la ciudad y de todos sus pecados. Su historia no fue la de un fracasado en la vida. Su vida fue la de quien recordó la pregunta olvidada: ¿quién soy? Recordar esta pregunta nos abre el camino hacia lo que realmente queremos ser. Hacia lo que realmente somos. Y lo que realmente somos es muy poca cosa. Pero muy grande, a la vez:

«Yo bautizo con agua pero el que viene detrás de mí os bautizará con Espíritu Santo y fuego…»



Juan no es el Mesías. Pero es su precursor. Lo que parece poco en la vida es muy grande si se hace con verdad. Ahora bien, ¿qué es vivir con verdad? La respuesta a esta pregunta no la encontraremos en la historia del Bautista. Nadie puede dar una respuesta a esta pregunta. Y es que la respuesta a esta pregunta es la pregunta misma. Es la fuerza del testimonio y del ejemplo. Cuando alguien escucha un testimonio o contempla un ejemplo se acaba preguntando: «¿y yo? ¿por qué yo no…?»

El evangelio da testimonio de Jesús. En la hora de su bautismo a manos de Juan, Jesús escucha el testimonio de lo alto:

«Este es mi hijo amado, en quien me complazco»



Juan fue algo en la vida. No fue el Mesías pero, sí, al menos, su precursor. Jesús, en cambio, nunca será nada. Nunca podrá ser lo que su familia y su pueblo esperan de él. Pero no necesita ser nada en concreto para ser él mismo, el único, el Hijo de Dios. El amor hace únicos a quienes envuelve. Da respuesta a la pregunta más difícil y olvidada: la pregunta no ya por lo que soy sino por quién soy. Nadie tiene respuesta para esta pregunta si no la recibe de lo alto. Y en lo alto está Dios, que es amor, y el amor mismo que acerca a las personas hacia sus semejantes.

Texto escrito y audio grabado por V.M.P.

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