EL DIFÍCIL CAMINO PARA LLEGAR A UNO MISMO

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He aquí el contenido de un vídeo subido hace poco a Facebook por un seguidor del movimiento negacionista que grabó su enfrentamiento en la calle con el periodista de un gran rotativo, encargado de cubrir la información sobre las medidas sanitarias contra la Covid-19. Reproducimos aquí lo que le dijo el negacionista al periodista, sustituyendo con asteriscos las palabras malsonantes:

«Al * tu periódico de *, eres un * de periodista, si no dejas tu trabajo voy a ir a por ti, eres un * de la agenda globalista de *, por eso vas disfrazado…»



A la vista quedan todo el desprecio y la rabia que expresan estas palabras. No son nuevos, en absoluto. Lo que sucede es que los medios de comunicación social les han abierto el camino en democracia. Este mismo periodista recibía, tiempo atrás, un mensaje de texto con  las siguientes palabras:

«Tienes que pasarlo mal cuando arrancas tu coche cada mañana»

Estas palabras iban acompañadas con imágenes de pequeños explosivos. Muchas otras personas de la vida pública podrían aportar testimonios de intimidación parecidos ¿Qué significa todo esto?



Es desde este contexto cómo quiero acercarme al evangelio de Lucas. Recordemos que Jesús nos previene de juzgar a los demás, pues, como él mismo dice, «la medida que usemos la usarán con nosotros». A estas palabras del Maestro siguen unas imágenes a modo de parábola en el evangelio de Lucas. La primera de ellas es la de un ciego guiando a otro ciego. El resultado es catastrófico. Ciego es, en este contexto, el que juzga a otro, o sea, el que pretende guiarlo por el buen camino. La segunda imagen es la de la relación entre un discípulo y su maestro. El discípulo no está por encima de su maestro. Quiere decir esto que es un ciego. Un maestro deberá guiarle hasta que él mismo pueda convertirse, a su vez, en maestro o guía de los demás.



La tercera imagen intenta explicar en qué consiste la formación a la que deberá someterse el discípulo. No podemos juzgar sobre la mota en el ojo ajeno mientras no descubramos la viga que tapa nuestro propio ojo. Pero, ¿cómo descubrir la viga que tapa nuestro ojo? Una cuarta imagen nos da la respuesta: la imagen del árbol y su fruto. El fruto, que es el juicio, brota del árbol que es la persona. Así como un árbol da fruto diferente, según que sea bueno o malo, buenas personas serán las que juzgan bien y malas las que juzgan mal. La expresión esencial es aquí «el tesoro de su corazón». En la mentalidad judía el corazón es la sede de las emociones, las inclinaciones, la reflexión y la acción. Todas las conductas humanas dependen del corazón. Es en él donde encuentra su lugar la Palabra de Dios, capaz de transformarlo. Por eso cabe concluir: «de la abundancia de su corazón habla la boca de una persona».Todos los juicios sobre los demás son, pues, reflejo del corazón, es decir, del ser profundo de una persona.



Lucas ha juntado, en realidad, diversas palabras de Jesús. Pudo haberlas encontrado  en esa fuente común que los biblistas llaman «documento Q». También Mateo debió de conocer esa misma fuente. Es interesante notar cómo recurre Mateo a las mismas imágenes y expresiones pero dispersandolas a lo largo de su evangelio para poner de relieve otras cuestiones importantes. Lo que nos interesa ahora es lo que Lucas, como pastor, quiere hacernos comprender acerca de la palabra de Jesús: no podemos guiar de verdad a los demás -lo que supone emitir juicios- si no hemos puesto primero nuestra vida humildemente a la luz. Y esto solo es posible gracias a la transformación del corazón, un corazón capaz de ver las cosas como las ve  Dios. Solo así dejaremos de ser ciegos guiando a otros ciegos.



En el evangelio hay mucho más aun ¿Cómo poner nuestra vida a la luz? El evangelio nos habla de la relación entre un discípulo y su maestro y de cómo tiene que formarse un discípulo para llegar a ser como su maestro. Pero hay otra manera mucho más corriente de buscar la luz: ver la mota en el ojo ajeno. Vemos, sin duda , carencias en el otro. Sus diferencias nos ofenden, sus defectos nos irritan …su incomprensión nos frustra. Gracias a su diferencia nos damos cuenta de la nuestra. Gracias a sus carencias advertimos las nuestras. Gracias a la mota en su ojo vemos la viga en el nuestro. Con otras palabras, no podemos nacer a nosotros mismos sin alguna especie de conflicto. La vida de Jesús está marcada por una sucesión de conflictos. Su muerte en la cruz es consecuencia de su último conflicto, que se ha acabado convirtiendo en fuente de vida. El conflicto puede ser tanto fuente de muerte como de vida. Cada vez que tropiezo con una actitud o palabra que considero equivocada o, incluso, hiriente, ¿no debería ser mi primera reacción la de preguntarme si tal actitud o palabra no serán el reflejo de algo que hay también dentro de mí? Es el impacto del conflicto lo que me puede ayudar a evolucionar. Yo mismo soy el resultado de todos los conflictos que he vivido.  Cada vez que he tomado posición ante cada uno de ellos he ido dándome a conocer.

La palabra en la vida social es reveladora de nuestra humanidad. No siempre es agradable. Podríamos censurarla, por supuesto. Algunos estados totalitarios no dudan en hacerlo. Pero la censura, ¿no acaba fomentando la hipocresía, enmascarando la realidad de las cosas? No se deben permitir, desde luego, los mensajes que incitan al odio y cuanto pueda ser destructor para la sociedad. Pero el rostro de Jesús que nos muestra Lucas es el de un ser humano abierto al conflicto y dispuesto a aprender de él. Y el conflicto empieza con la palabra que pone de manifiesto la identidad de una persona. Es el punto de partida de todo encuentro, de toda transformación.



Hay que darle a la palabra toda la libertad posible para que pueda revelarse el corazón de cada uno y cada cual pueda elegir quién quiere ser.

André Gilbert

Trad. de V.M.P.

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