DIARIO DE UN SACERDOTE EN EL RURAL

Sábado 18 de Junio

Hoy me han invitado a una comida vecinal. En la vega de un río, de frondoso arboledo y aire apacible, los parroquianos izaron carpas y juntaron mesas, con sus manteles de papel y sus cubiertos limpios. Todo estaba listo cuando llegué. Primero, la misa de campaña. Luego, la orquesta animando al baile con escaso éxito entre la concurrencia. Al final, la mesa y todos sentados a ella para dar buena cuenta de las viandas.

«Coma, don Vitor, coma». Pasaban los platos de jamón y pulpo entre los comensales mientras sonaba, una y otra vez a mi lado, la misma gracia. Yo comía con placer pero mi vecino de mesa me seguía repitiendo: «coma, don Vitor, coma». Debía de verme con reparo a alargar mi mano a los manjares. Pero ni reparo ni prisa era lo que yo tenía.

Claro que uno necesita oír, de vez en cuando, algo asi. Necesita sentir que se preocupan de uno aun cuando no necesite que se preocupen de hecho. Todos seguimos siendo, a lo largo de la vida, el niño que, en la oscuridad de la noche, busca un poco de luz para dormir seguro. La vida humana es insegura por naturaleza y la edad adulta no es más que un intento de aparentar seguridad y calma. En realidad, yo debía agradecer que mi comensal, de vez en cuando, me repitiese: «coma, don Vitor..».

Texto escrito por V.M.P.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s