Pilar Silva

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María del Pilar Silva Barro nació en As Pontes de García Rodriguez (A Coruña) en 1926 y murió en el mismo pueblo y casi en la misma casa en 1995. Su existencia estuvo marcada por el trabajo, el servicio y la oración. En el campo y en la fábrica empleó la mayor parte de sus años. En el hogar y en la atención a los suyos, especialmente a su anciano padre, destacó como cuidadora abnegada. En los movimientos especializados de la Acción católica y en la parroquia, como catequista y responsable de la acción caritativa, manifestó su pasión por el evangelio. Vivió la entrega de su persona a Dios y a los necesitados con verdadera vocación. El amor fue el centro de su vida religiosa al servicio de los demás. Así queda de manifiesto en los escritos autógrafos que conservamos de ella y en el testimonio de las numerosas personas que la conocieron y trataron a lo largo de su vida.

“Como María, mi vida tiene que ser la de una mujer del pueblo…” (131)

“El hombre no vive sin amor, y solo cuando lo da, siempre y en todo momento es también él amado y respetado por todos. Si una persona es siempre amable con los demás, acaban por serlo los demás con ella. Por tanto, si se multiplican esos círculos de amabilidad que se forman alrededor de quien es bueno y caritativo, ¡qué fácil sería transformar el mundo! ¿Por qué no acabamos de comprender esto los cristianos? Una y otra vez meditamos estos misterios de amor, comprendemos las exigencias que tiene para nosotros, pero seguimos sin ponerlas en práctica, y así el mundo sigue torturándose, buscando amor y sin encontrarlo. Tengo que conseguir a toda costa ser amable en todo momento. Bondad, decir sí; ser santa, aunque confundan el ser santa con el ser tonta…” (91)

“La gracia de Cristo para un alma no puede estar supeditada a ésta o aquella práctica piadosa…Pienso además que lo de director espiritual, horarios, plazos, fórmulas, fueron cosas inventadas por los hombres para ayudarme, eso sí, pero ¿todos estos “sistemas” los tenían y practicaban los primeros cristianos? Seguramente que ni siquiera los apóstoles, que se reunían para recordar las enseñanzas de Cristo y ésos sí trataban de corregirse unos a otros si se veían descaminados. Pero ¿esto cuándo? Cuando lograban verse y hablarse. Para el verdadero amor no hay sistema de tiempo ni modo. Se ama y nada más. Y se demuestra como a uno se le ocurre, en el momento…” (97)*

“Mirando los pararrayos de la fábrica empecé a pensar en lo mucho que cuesta colocarlos, y que solo raras veces sirven para algo…Sólo de tarde en tarde hay tormentas. Años, a veces, sin que “paren” un solo rayo. Sin embargo, los tienen siempre en disposición, y bien cuidados, para que, cuando llegue ese momento salven el edificio y salven vidas humanas.

He aquí el papel en la Iglesia de muchos cristianos: ¡estar! Estar siempre en buena disposición esperando el poder detener una descarga, si se produce. Un alma que se tambalea, otra que quiere empezar…, pecados de muchos…Siempre dispuesto a actuar, pero quizá sin presentarse la ocasión…Pero solo verlo tan derecho, tan enfilado hacia arriba, a la espera y a la defensiva siempre, dará confianza y seguridad a su alrededor, aunque estallen tempestades.

Si el rayo cae, casi seguro que lo detendré” (179)

La lección de una piedra

“Si la losa de esa ventana que tengo enfrente pudiese pensar como los hombres, ¿qué diría? A ver…vamos a escuchar…

-¡cuánto soporto vuestro peso! Siempre sosteniéndoos ¡y ni siquiera por el provecho que os doy me cuidáis bien!

Contestan los hombres:

-bien puedes quejarte, la favorecida eres tú…¡servirnos de asiento!, ¡tener la dicha de llevarnos a tus lomos…! Además, bien nos lo cobras, ¿pues qué?, ¿no te damos brillo con nuestro roce?, ¿no nos cobras el tributo en nuestros pantalones, que día a día nos vas consumiendo?

-¡vaya, vaya…! ¿Con que resulta que eres tú el que me haces el favor, encima de tener que soportarte?

-¡naturalmente! ¿Olvidas, acaso, que para mi servicio fuiste creada?

-te engañas, a mí me han puesto aquí para que, con mi fortaleza y mi belleza también, sostenga y ornamente este lugar.

-de acuerdo, ¿y en provecho y para gusto de quién? No puedes menos de reconocer que para nosotros. Pero esto debe darte satisfacción ¿No comprendes que pudieron haberte dejado en el campo sin que emplearas tu vida en hacer servicio alguno? ¿No prefieres estar aquí, prestándolo, sirviendo para que sentándonos sobre ti descanse nuestro cuerpo cansado? Aunque ciertamente casi duele más después de utilizarte ¡Eres tan dura! Quedamos, pues, en que efectivamente nos estás haciendo un favor pero, al mismo tiempo, te lo hacemos nosotros porque, al considerarte necesaria y utilizarte ennoblecemos tu existencia, que no es ya baldía ¿Lo reconoces así?

-lo reconozco, aunque me cueste un poco…debes comprenderlo, soy dura…tú mismo lo dices. Y además pertenezco al género femenino, y la vanidad nos puede tanto…Pero sí, te doy la razón, y seré feliz con mi existencia empleada en prestar servicio” (180)

*los textos han sido extractados del libro Pilar Silva: cristiana para el siglo XXI (ed. de Segundo L. Pérez López, As Pontes 2002)